
Por Gabriel Plaza.
De chica, Anita Valiente creció escuchando a grandes referentes del folclore en los programas de radio que su padre ponía cuando apenas se levantaba a la mañana. A muchos de esos músicos los pudo ver en vivo en el escenario del Festival Nacional e Internacional de Folkclore de Durazno, localidad de donde es originaria toda su familia. Cuando empezó a cantar profesionalmente a los quince años imaginaba que algún día iba a estar allí, en ese escenario. No solo estuvo allí, sino que se convirtió en una nueva figura de la canción folklórica en ese festival emblemático, donde fue revelación y posteriormente recibió el premio Charrúa de Oro en 2018, una distinción que sólo habían conseguido cuarto artistas mujeres del Uruguay.
Ahora, la chica que le gustaba cantar canciones de Los Olimareños y Zitarrosa, o que le gustaba bailar el pericón vestida de china en los actos de la escuela, tiene 35 años y lleva grabado dos discos: “La uruguayita”(2017) y “Valiente” (2024). Es mucho lo que sucedió a partir de la consagración en el festival de Durazno, su localidad adoptiva. “Fue un antes y un después”, dice con una sonrisa amplia, como si reviviera aquel momento de consagración. Lo que vino después fue el encuentro con artistas como Abel Pintos, Larbanois & Carrero, Los del Suquía, Chaqueño Palavecino, Carlos Alberto Rodríguez, Carlos Malo, Carlos Benavides y Pepe Guerra, y el reconocimiento popular, a partir de su inclusión en el reality Masterchef Celebrity, hace dos años.
Por estos días, no hay festival en el interior del Uruguay que no la tenga en su grilla.
“Empecé allá en el 2006 y desde ahí no he parado. Participé en muchos concursos de los festivales de folclore. Me los hice todos. De a poquito, de a poquito, fue agarrando viento la camiseta y fui armando la banda, y después la gente ya decía: “Mirá, la chica del concurso. Así fue que la gente empezó a pedir que estuviera en los festivales. Un poco todo fue por impulso del público que empecé a aparecer cada vez más. Ahora somos 14 personas que viajamos a cada uno de los shows y bueno, ya es una familia que uno ha constituido”, dice la cantora, que aborda un repertorio de chacareras, gatos, chamarras, zambas, candombes y carnavalitos.
No es casualidad que Anita Valiente, cantora y compositora, una artista versátil que sorprendió musicalmente con sus colaboraciones junto a Samantha Navarro y la argentina Marcela Morelo, sea una de las figuras invitadas a El Folklorazo, el primer festival del género en la ciudad, que se realizará el 25, 26 y 27 de setiembre en la Sala Camacúa de Montevideo.
“Cuesta un poco más que la música de raíz llegue a la capital y esto del Folklorazo me parece hermoso. Hace falta que se hagan todas esas movidas”, dice Valiente, que participará el día 3 del festival junto a Lucía Aramburú y Juancho Rodman, en esta nueva plataforma festivalera que busca integrar la tradición con una mirada actual.
Como montevideana y folklorista, Anita le gusta ocupar, ese rol de difusora en la ciudad. “De alguna manera es como que me he tomado ese desafío, he agarrado el compromiso de aportar para que la música de raíz suene más en Montevideo y que se arme algo un poco más masivo con el folclore”, cuenta la artista que tiene canciones junto a Lucas Sugo como “Corazón”, que superaron las ochenta mil reproducciones en Spotify.
Su energía musical, la que contagia cuando se sube a las tablas, es parte de su personalidad. Es una artista nacida y concebida en los festivales folklóricos. Esa pulsión popular está en el ADN de su propuesta y es su razón de ser. “Yo soy festivalera”, dice del otro lado del Zoom, sin su traje oficial más tradicional de sombrero de gaucho. “Me voy a sincerar, yo soy muy energética. Entonces, a mí se me se me complica mucho tener un repertorio con muchas canciones lentas. Es como que siento que no lo puedo sostener porque ya necesito moverme. Soy muy inquieta. Hacer un repertorio movido me gusta, lo disfruto muchísimo, pero también porque me gusta ver a la gente divirtiéndose, disfrutando, bailando, con su vasito así para arriba, compartiendo el momento, lo disfruto mucho. Trabajo para eso. No te voy a mentir, trabajo para ver a la gente disfrutar”.
Anita no tiene que disimular. Esa actitud salta a la vista. En el escenario, sólo es transparente y le gusta que su público pase un buen momento con sus canciones, que pueden fusionar lo andino con la cumbia, o que hablan de su historia y su identidad. “Quiero que se desenchufen, que dejen las preocupaciones y el estrés, porque estamos todos con estrés. Entonces, por un momento, si te pagaste la entrada para ver un festival, o fuiste gratis, pero te pagaste el bondi, gastaste combustible para ir, bueno, desenchúfate de todo lo que te esté pasando. Cantá conmigo, bailá conmigo, no sabés bailar no importa, hacé lo que te salga, pero disfrutemos de este momento. Ese es un poco el propósito. Obviamente que si está bueno bajar y tener alguna canción lenta, pero yo soy más de los festivales”, dice, la cantante que en los eventos populares despierta la fiesta con temas como “Mala costumbre”.
En esta tarde de feriado, Anita Valiente parece más una artista urbana con su gorra con visera y su atuendo juvenil. “Nací y me crié en Montevideo, pero también me crié en el interior, porque todas mis vacaciones han sido siempre visitando a la familia y corriendo descalza en el medio del campo tras una pelota o corriendo una vaca. Entonces es como que tuve las dos cosas y eso se va reflejado en el tipo de música que hago. Es como una fusión entre eso bien rural, pero también tiene como ese toque urbano, porque es lo que soy”, cuenta.
Sin embargo, a la artista le gusta juntarse con amigos para armar peñas en las casas. “Uno lleva el vino, el otro trae tal cosa para picar, otro lleva la guitarra, el bombo y ahí nos vamos armando”. También le gusta cruzarse con gente de otros géneros. Así fue que compartió grabación con Samantha Navarro en la canción “En la pista de baile”, incluida en el disco “Éxito” de 2024, editado por Bizarro Records.
“Nosotras nos habíamos cruzado en un festival hace muchos años y después nos volvimos a cruzar porque hicimos una colaboración con el proyecto Villazul, con Fabián Marquisio, música para niños del espectro autista y ahí fue que me dijo, «En mi próximo disco te voy a invitar.» Pasó un tiempo y un día me manda por Whatsapp la canción. Le digo, «Listo, grabemos”. Y fue hermoso, o sea, fluyó. De hecho, después compartimos escenario algunas otras veces más en otros festivales”.
Hace poco salió un informe de la plataforma Ruidosa donde decía que la participación de las mujeres en los festivales en Latinoamérica era de un 20 por ciento.
Sí, sigue siendo baja y es un trabajo que hay que ir haciéndolo y alimentándolo con los años. Mira, cuando yo recién empecé prácticamente no compartía grilla con otras mujeres. Aparecía mi nombre y no aparecía ninguna otra mujer en la grilla de los festivales de folclore. Y en estos últimos cinco años más o menos, empezaron a aparecer un montón de nombres de mujeres, pero no sé porque no los ponen a veces el mismo día, ¿y por qué no nos cruzan?,¿qué pasa? Eso es algo que todavía no lo entiendo. Si vos me preguntás qué referentes mujeres dentro del folclore tengo en Uruguay, yo te puedo decir Amalia de la Vega, pero después así de gran trascendencia es como que no, porque capaz no les dieron el lugar que merecían. Ese es el gran problema. Entonces, me parece que ahora son muchas las artistas que están representando el folclore y de a poco se van haciendo visibles, pero va de a poco.
¿Tuvo influencia en tu carrera ver a otras artistas mujeres en los escenarios?
A veces no es que que los que estemos arriba del escenario seamos ejemplo de algo porque no, pero sí creo que de alguna manera generamos como el pulso para que otras personas se animen. A mí me pasó que yo tenía 8 años y descubrí a Soledad Pastorutti y creo que muchas mujeres que cantamos folclore tenemos como gran referencia a Soledad. Una vuelta le hicieron una nota acá en el ’98. Prendo la tele y la veo. Yo dije: «Ah, pero es una chiquilina. Entonces, si ella puede, yo capaz que también puedo.» Y ahí fue que empezó como eso de de ponerme en la cabeza que yo quería ser cantante.
Si hay más mujeres haciendo folclore es posible entonces que otras chicas se sientan representadas y puedan soñar con esa posibilidad de ser artistas.
De hecho, se me acercan siempre en los festivales un montón de niñas que me dicen: “Voy a empezar a estudiar guitarra, quiero empezar a hacer canto o me estoy animando”. Me parece buenísimo porque en algún momento yo voy a pasar a ser otra generación y está bueno que se vayan formando y haya recambio. El folclore se puede poner de moda, es como que tiene momentos. De golpe es un boom y se escucha en todos lados y de repente queda un poco más chato, pero es algo que no muere nunca. Hay estilos musicales que son pasajeros y que están de moda ahora, y que después ya está, pero el folclore es algo que persiste y que va a seguir por los siglos de los siglos y necesita gente que lo cante, que lo baile, que lo componga, que lo sostenga, que lo respete y que lo honre.