Ino Guridi, en el camino del electropop

Por Gabriel Plaza.

Criada en una familia de artistas, Ino Guridi tuvo que imprimir su propio sello, ponerle su marca a esa historia que tiene un peso en la cultura uruguaya: su padre es Renzo Teflón de la mítica agrupación Los Tontos y su abuelo, el poeta y dramaturgo, Mauricio Roseconf. Ella aclara, que su madre también fue otra influencia determinante en su formación cultural. La niña que se la pasaba escuchando música, a los cinco años; la adolescente, que a los 15, empezó a componer cosas en su teclado Casio, es ahora la productora, cantante y compositora de 31 años, que es una figura emergente del electropop montevideano.

Sus primeros trabajos en los coros de Julen y la Gente Sola y su proyecto Isla Panorama, que gravitó entre Montevideo y Chile, donde residió un tiempo, fueron un buen antecedente. Pero la originalidad de su discurso artístico se reveló en todo su esplendor con su primer disco «Pasará» (2023), donde apareció como una artista capaz de intervenir los sonidos del electropop con las raíces del candombe, y reflexionar sobre la identidad musical uruguaya.

De esa tesis personal, aparecieron las ocho canciones del álbum, donde Ino encontró su propia patria, su propio barrio, su propia cuadra donde moverse entre las esquinas de Jaime Roos y Daft Punk, Opa y Vera Sienra, El Kinto y Estela Magnone, Tótem y Sylvia Meyer, o Mariana Ingold y Brian Ferry, además de las bandas que había escuchando con su padre: The Cure, The Police, y Kraftwerk.

Con este proyecto llegó a Chile para participar de la feria de música MUDO, que se realizó en febrero en la ciudad trasandina de Osorno. La conexión surgió en el Mercado de la Música de Uruguay. Con la invitación en mano consiguió el apoyo del Instituto Nacional de la Música. “Con parte de ese apoyo y conciertos que hicimos en Montevideo gestionamos los pasajes del trío que tenemos con la baterista Cecilia Simón y mi compañero de fórmula Krishna de la Valle. Allá tuvimos una experiencia hermosa. No conocía Osorno y me encantó. También descubrí muchas bandas. Me pareció una escena rica, donde convivían distintos géneros. Es muy ilustrado el pueblo de Osorno. Esta mucho esa idea del hazlo tú mismo”, dice Ino Guridi, una tarde de marzo en Montevideo.

Fue la primera vez que ese público escuchó esos beats bailables con samples del disco “7 y 3” de Jaime Roos, o esas canciones irregulares de atmósferas bucólicas, atravesadas por el milongón, el tango o la marcha camión, que genera una atracción magnética a quién la escucha por primera vez. Las canciones en vivo del álbum «Pasará» sorprendieron al público y a los programadores internacionales que participaron de la feria MUDO. “Creo que generamos una gran impresión en ellos y en la gente que estaba ahí. Muchos de los músicos con los que compartimos después me escribieron o me etiquetaron en sus historias. Entonces, hubo como una recepción muy linda”, dice la productora sobre la experiencia, que se generó por el Mercado de la Música de Uruguay.

Tu electropop tiene una marca uruguaya. Cuando vos hiciste tu primer disco el 2023 ya hablabas de este tema de tener una identidad musical.

Yo creo que la identidad si bien parece algo estático es algo que está todo el tiempo cambiando. Cada día uno es un poquito distinto, un poquito más viejo para empezar, pero también es una persona más alegre, más triste, más entusiasmada, donde las emociones juegan un papel en eso de la identidad. Y con ese mismo sentido, la identidad uruguaya fue algo que durante muchos años no consideré, sobre todo en mis primeros años de infancia y adolescencia. Era una persona más enfocada en la música de otros países del mundo. Te puedo hablar de África, Europa, Estados Unidos, Australia, lo que quieras, pero no estaba muy enfocada en la música uruguaya. Y creo que cuando tuve más o menos 15 años un amigo me pasó Opa, Tótem y El Kinto. Yo había crecido escuchando Eduardo Mateo, fue lo más uruguayo que escuchaba. Pero recién ahí a los 15 fue que descubrí a Jaime Ross en su faceta más vieja, digamos, más del principio de la carrera de Jaime. Y algo me hizo clic ahí, sobre todo me acuerdo de esta canción que era “Lo que no te di”.

Una canción muy ochentera.

Sí, es una canción muy ochentera que yo escuché mucho mientras crecía. Ahí fue como que hice un match, una combineta del Jaime Ross que seguramente también escuchaba The Police y entonces por ahí conecté con Jaime. Es una conexión que me duró y sigue hasta el día de hoy. El hecho de investigar sus discos más viejos y encontrarme con cosas muy excéntricas de mezcla de géneros me terminó inspirando para hacer mi propio disco, aunque fuera de manera subconsciente. Se me abrió una posibilidad como de “che, se puede mezclar la caja de ritmos con el candombe”, como propuso él en su disco «7 y 3». Se puede reconceptualizar Uruguay con su música. Yo veo la carrera de Jaime como la de un David Bowie uruguayo. Es el que nunca se rinde, sigue creando nuevas facetas y sigue encontrando nuevas formas de combinar elementos.

¿Seguís tirando de ese hilo de la identidad uruguaya?

La identidad uruguaya fue algo que apareció con este primer disco porque mis referentes como te conté también eran todos bastantes hombres, pero me interesaba escuchar a las mujeres de la época, que habían quedado como un poco menos difundidas Y ahí me encontré con Vera Sienra, Mariana Ingold, Sylvia Meyer, Estela Magnone y en ese cúmulo de mujeres también encontré otra sensibilidad que me re identificó a mí como mujer haciendo música en Uruguay, capaz que de una forma más potente que la de los hombres. Me identifico con esa melancolía que ellas tienen. Yo soy un poco melancólica. Intento ser lo más para arriba posible, pero a veces sale lo que sale.

¿Ya estás preparando un nuevo disco?

¿Y qué camino musical sigue?

Creo que me tomé esto de estar proponiendo algo nuevo como base para componer y me animé a ir aún más hacia mis influencias que tenía cuando era más chica y retomarlas desde un lado uruguayo, pero no necesariamente capaz conectado con el candombe. Sí, en el disco nuevo, por ejemplo, hay un tango con drum’n’bass. Hay electrónica instrumental de diez minutos. Hay un tema de rock. Hay baladas pop. Entonces, hay temas poperos con una influencia del electropop chileno, donde viví un tiempo y que me hacen acordar a Javiera Mena y Alex Anwandter. Es un redescubrimiento de mi propia identidad, quizás yendo a esas otras raíces más de la Internet de la época con la que yo crecí.

¿Te interesa el pop como lenguaje social?

Creo que el pop como género se lo puede ver liviano, pero propone una complejidad y cosas muy futuristas. Ahora encontré una chica nueva de Francia que plantea un pop entre etéreo medio a lo Grimes con algo melódico a lo Sabrina Carpenter. Y ahí está proponiendo un género nuevo. Siempre hay planteamientos muy interesantes a nivel político y a nivel sonoro desde el pop. A veces pasa por abajo del radar porque el pop que nos suelen dar es el pop comercial, el pop mainstream que no tiene una misión artística, sino comercial. Después está el otro pop del que después el mainstream termina robando. Entonces, hay como algo que me parece muy importante de lo que aporta el pop alternativo y a mí me gusta ser parte, o me gustaría ser parte también, y proponer algo distinto que permanezca en el tiempo.

Vos heredaste una máquina de ritmos de tu padre. ¿La usaste para tus grabaciones?

La usé para mis primeros EPs de Isla Panorama, mi primer proyecto musical. No sabía programar todavía y la tocaba con los dedos. Después los instrumentos que usé siempre fueron los míos, nunca usé instrumentos de mi padre en mi música.

¿Aparece esa matriz cultural de tu padre y tu abuelo en tu música?

Sí, yo siento que es difícil para un artista nuevo estar comparado con dos pesos pesados de la cultura uruguaya. Es como que te agarren como el hijo o la nieta de y eso a mí no me gusta porque me gusta que la gente escuche mi proyecto por ser yo y proponer algo que viene desde uno porque mi música no son covers de mi papá, ni poesía de mi abuelo, ¿no? Entonces estoy como yendo por otro camino. Dicho eso, mi identidad, mi sangre es parte de mi familia y de cómo me crié y de las cosas que aprendí. De ellos y del resto de mi familia también, de mi madre, de mis tíos, de mis abuelos. Yo estoy hecha como todos del linaje familiar. Claro, justo coincidió que tengo más de dos referentes artísticos en mi familia porque mi madre no es conocida, pero también es una persona muy culta, que lee mucho, investiga mucho y sabe de música, literatura y cine. Con todas esas influencias que tuve era visto que quizás desarrollara un interés por la cultura.

¿Llegaron a compartir música con Renzo?

Sí, mi padre me educó con sus gustos y conocimiento. Recuerdo que toda la música que a mí me gustaba en ese momento que conseguía en Internet y le mostraba, me decía que era espantosa y que la saque (risas). Más allá de eso creo que él siempre me transmitió lo que a él le apasionaba y resultaron ser cosas que a mí también me apasionaron. Yo soy parte de él y él es parte de mí, eso va a ser siempre así.