Por Gabriel Plaza.
El Castillo del Parque Rodó, enfrente del club Defensor Sporting, es un enclave emocional de la ciudad y de muchos de los que pasean por acá a esta hora de la mañana. Un grupo de runners detienen su andar por el enjambre de personas, técnicos, público en general, que rodean la puerta principal de la entrada a esa fortaleza en miniatura, construida a principios del siglo XX, con su torre, portal, atalaya y arcos que parecen del medioevo. Sin embargo, lo que sucede adentro no tiene que ver con el pasado sino con una postal del presente de la escena musical uruguaya: la tercera edición del Mercado de Música.
El mercado, impulsado por la Agencia de Exportación de Música Uruguaya de la Fundación Fans de la Música y Cooparte, organizó un mapa sonoro que fue recorriendo escenarios simbólicos ubicados en distintos barrios de la ciudad: Teatro Solís, disquera Discomoda, Cabildo de Montevideo, Museo Blanes, Museo del Carnaval, Sala Zitarrosa, Castillo del Parque Rodó, Centro Cultural Artesano y Espacio Cultural Corchea.
Los músicos y músicas, seleccionados en una convocatoria abierta realizaron conciertos de media hora, que fueron escuchados por programadores de Brasil, Colombia, Paraguay, Canadá, España, Chile y Argentina, y permitieron tener una aproximación a la escena actual de la música popular uruguaya.
Durante una semana los visitantes -directores de festivales, curadores de centros culturales, productores y managers- pudieron escuchar alrededor de unas cuarenta propuestas. El programa de cada día los conectó con la historia, el presente y el futuro de este movimiento musical. De referentes icónicos del rock post-dictadura como La Tabaré con su performance teatral, sus letras crudas y sociales, a las fuertes figuras femeninas de compositoras como Rossana Taddei y Samantha Navarro. De los fogonazos actuales de la cultura hip hop como la rapera Eli Almic, el colectivo de raperas Se Armó Kokoa o el artista Kung Fú OmBijam, a la expresión más intimista y cancionera de promesas como Luana Mendez, la melancolía de Maine Hermo, o las melodías de carretera nocturna de Diego Presa.
El intenso recorrido musical durante cuatro días permitió absorber un itinerario que combinó el atractivo de escuchar toda esa permanente banda de sonido que suena en Montevideo: el candombe psicodélico de Diego Janssen, el pulso bailable de una orquesta de cumbia de mujeres con letras empoderadas como Kumbiaracha, el filo rockero y eléctrico de la cantante pelirroja Fer O-Smith, el sonido arrabalero del Batimento Dúo, las delicadas piezas musicales de Jhoanna Duarte, la alquimia pop de Los Bosques, el romancero urbano de Spuntone y Mendaro, los juegos lúdicos de Letu Ruibal, el toque folk y criollo de El Heber, la trova de Diego González o la cumbia de La Imbailable Orquesta.
Cada sede del Mercado de Música Uruguay Musical, funcionó como el mapa del tesoro, la geolocalización de pistas para descubrir perlas musicales escondidas en la ciudad.
En la exquisita sala del Centro Cultural Artesano, ubicado en una zona postergada del barrio Peñarol, brilla una edificación recuperada que tiene un siglo de existencia y un recuerdo de lo que fue una pujante ciudadela ferroviaria. Allí la fortaleza del sonido del grupo percusivo Mamba, las canciones nuevas de Lucía Severino, o el pulso latinoamericano de Mestizo, atrapó la curiosidad de los gurises del barrio, a la salida de la escuela.
Mientras que en el mirador de Montevideo, en el piso 22 de la Intendencia, los beats electrónicos y la atmósfera experimental de las composiciones de la tecladista Lucía Romero, combinaron a la perfección con un día de lluvia y la arquitectura retro de la ciudad.
En la Sala Zitarrosa, con la imagen del maestro en un retrato que funciona como guía, el sonido de Jorge Nasser (ex líder de la banda de rock Niquel) parece el mejor ejemplo de la reivindicación a la milonga en pleno siglo XXI.
En el Castillo del Parque Rodó, rodeado por la naturaleza y el lago, la cadencia litoraleña de Pilar Apesetche, encontró su cauce natural. Mientras que en espacios como el Museo Blanes las letras visuales de Inés Errandonea, sobre la vida cotidiana, cobran otro sentido. Lo mismo pasará con la sede del Museo del Carnaval, donde la proximidad al Mercado del Puerto, parece ser el marco perfecto para el sonido de Milongas Extremas, o las canciones urbanas de Diego Maturro.
El mercado unificó esas distintas experiencias musicales, trazando un puente con la ecléctica y poderosa escena local. Montevideo es la ciudad con mayor densidad de músicos por metro cuadrado del mundo. No quedan dudas.
Este encuentro tiene una historia
La iniciativa de un mercado para la música uruguaya comenzó en plena pandemia en el 2020. Allí en medio de la incertidumbre y el cierre de todas las actividades, la fundación Fans de la Música junto a Cooparte, decidieron involucrarse en la generación a futuro de un espacio para la circulación de artistas fuera del país. Así nació OIMUS, una oficina de exportación para la música uruguaya, avalada por el Ministerio de Educación y Cultura y el Instituto Nacional de la Música.
“Uruguay es un mercado chico pero lleno de músicos. Para los artistas de Montevideo hasta incluso es difícil circular por el interior del país y al exterior mucho más. Esta forma de trabajo de la parte privada asociándonos con la parte pública, es una manera que nuestra música salga al mundo, circule y las personas que participan en la industria musical tengan trabajo y puedan vivir de eso”, dice Sheila Bonino, presidenta de Cooparte, que reúne a unos veinte mil asociados, y que es una de las instituciones organizadoras del evento junto a la Fundación Fans de la Música.
La programación del mercado busca generar circuitos, autopistas musicales, que conecten a Uruguay con el resto del mapa de América Latina y en el futuro cercano con Europa. A diferencia de la primera edición de 2021, que se realizó en el complejo veraniego de AGADU en Atlántida; y la segunda edición, que el año pasado estuvo dedicado a mujeres y disidencias, este año se realizaron otras modificaciones. Se eliminaron las rondas de negocios para crear espacios de encuentros más naturales entre artistas y programadores, y se decidió convocar a proyectos de Colombia, Paraguay y la Argentina para que también participen del mercado y se presenten en los showcases frente a los programadores.
“Este año quisimos abrir un cupo de artistas invitados de otros países -Purahéi Soul, Laura Kalop, Marcelo Saccomano, Fernando Rossini, Pepa Díaz y Nina Da Terra-, a raíz de convenios de reciprocidad con productores que participaron de anteriores mercados. Es importante que entre los artistas se puedan crear conexiones para el ida y vuelta. El mercado es una ventana que se abre para los músicos. Salir es toda una inversión, así que de esta manera nosotros traemos a los programadores a nuestra casa. Es una oportunidad fabulosa y una posibilidad que no existía. Por eso, no hay vuelta atrás. El mercado ya se instaló”, dice Sheila Bonino.
En la última noche en el Club de Pesca Ramírez cumbias colombianas se cruzaban con milongas y chacareras. Las brasas crepitaban. Sonaban los nombres de los artistas que habían pasado durante los cuatro días: aquellos que habían prendido más en el gusto de los programadores. Se entremezclaban las promesas de futuros encuentros musicales en otros países y la posibilidad de circulación de la música uruguaya. A orillas del Río de la Plata, finalizaba la tercera edición del Mercado Uruguay Musical, un punto de partida, un nuevo horizonte musical hacia otras fronteras.