Por Gabriel Plaza.
Su nombre de batalla es Disfraz. Su nombre en la vida real, el muchacho que creció en un hogar quiteño, es Paul, el alma mater del grupo ecuatoriano de rap originario Mugre Sur. Su proyecto surgido en el año 2000 y con nueve discos editados forma parte de toda una corriente del hip hop andino, que reivindica en sus letras la cultura propia, el idioma quechua y aymara, y cuyas ramificaciones llegan hasta un artista pionero del hip hop aymara, llamado Ukamau y Ke de Bolivia.
En vivo, puede salir vestido de calavera, mientras al lado un hombre con guitarra eléctrica con cabeza de llama, avienta unos riffs eléctricos sobre las bases de un beat explosivo sobre el que Disfraz dispara sus rimas filosas contra el colonialismo, el sistema capitalista, la política, el racismo y muchos otros tópicos que atraviesan su obra y su discurso.
“Si estamos gobernados por incapacitados”, dispara Disfraz, desde una base de rap vieja escuela. No necesita más, un micrófono, una pista y letras que hablan de un país rico pero que está en la quiebra, de “los politiqueros”, de los banqueros que son dueños de medios de comunicación, de la diferencia entre clases sociales y la represión a los pueblos originarios: “Somos la suma de muchas restas”, canta y se balancea sobre un rap con un sample de clima dramático.
Disfraz, el joven performer que prepara sus conciertos de rap como si fueran pequeñas obras de teatro, está del otro lado de la pantalla. Hay que hablar rápido porque en una hora se corta de luz. “Hay cortes que duran horas. El primero empieza de doce hasta las tres y después hay otro de siete a diez”, dice el rapero. No tiene que poetizar demasiado. La realidad le da demasiado material todos los días para poder escupir esas barras contundentes –que suenan por momentos a pequeñas clases de historia sobre el colonialismo, o crónicas de lo que viven una parte de la población indígena ecuatoriano–, con un flow cansino y narcótico.
¿En qué se diferencia el proyecto Mugre Sur de otras propuestas del rap latinoamericano?
Nosotros nos diferenciamos de muchos grupos y colectivos de rap que pertenecen a la cultura del hip hop latinoamericano, pero creo cada uno tiene lo suyo. En Venezuela hay un montón de gente que hace freestyle al igual que en Colombia, que para nosotros es como la capital del hip hop latinoamericano, donde se gestan un montón de cosas. Argentina está ahí en el mainstream en la en la actualidad con los raperos y las raperas con este nuevo estilo del trap. Nosotros con Bolivia, Perú y Ecuador, tratamos de proponer un rap en lengua originaria. Tenemos más población originaria y yo creo que tal vez por ahí es como que queremos tratar de diferenciar nuestra cultura o el hip hop que hacemos con el idioma aymara, el quichua, y hablar desde nuestros ancestros por así decirlo.
La identidad es un punto importante en la música de Mugre Sur. Otra característica son sus letras sociales que reivindican y señalan distintas causas.
Al inicio no era tan así, pero después eso fue cambiando por conocer a más gente comprometida con lo social y lo político, compartir saberes con otros raperos que hicieron que mi música diera un giro más social. En mis discos esta esa crítica social y política que hemos ido reflexionando, porque no es que nos ha pasado ahora, esto les ha pasado a nuestros ancestros, les ha pasado a nuestros abuelos y a nuestros padres y ahora nos está pasando a nosotros. Entonces, ¿cómo no hablar de eso no?, de toda esta problemática y es que todo el tiempo nos han estado jodiendo.
¿Cuáles son esas situaciones históricas que se van arrastrando por generaciones en tu país?
Tiene que ver con los pueblos originarios y eso viene desde la colonia cuando nos impusieron la cruz y nos siguen imponiendo otras cosas hasta ahora. Es como un círculo vicioso. En Ecuador se han votado un montón de presidentes, pero no hay un cambio o no ha habido un cambio que digamos estos años hemos estado mejor. No es que algún presidente haya justificado con carreteras, hospitales y cosas así, porque ese es su trabajo, o sea ese es su trabajo y los fondos son públicos, los fondos son del pueblo entonces, o sea, si se hizo algo pero no es que digamos que fue el mejor presidente, porque ha sido con nuestros fondos, con toda la la plata que el pueblo genera. Estos últimos cinco, seis, siete años ha sido un fracaso total y que mejor que tomar la herramienta de la música y poder decirlo. Por eso, vamos con la música, vamos con el arte diciendo lo que lo que pensamos y lo que sentimos en cada uno de nuestras trincheras.
¿Siempre estuviste dentro del hip hop o arrancaste desde otro lugar?
Cuando yo era chico, a mí me gustaba mucho lo que veía en la televisión y lo que veía en la televisión era mucho el heavy metal, y a Gun’s & Roses, Metallica, después llegaron los Nirvana. Esto era lo como lo que más se veía en televisión y se oía en la radio. También, obviamente, la música nacional, la salsa, que fue el tipo de música que se escuchaba siempre en mi casa porque a mis padres les gusta mucho la música, el pasillo, los sanjuanes, entonces cuando uno va creciendo y va entrando al colegio, pues se va despuntando de la música que escuchan tus padres y empiezas a escuchar lo moderno y lo rockero. Nosotros queríamos emular ese tipo de disfraces como les digo yo: el cabello largo, los pantalones rotos, ir siempre de negro, entonces así empecé, escuchando música más metal. Luego mi familia, mis primos, y mis tías emigraron al país del norte (Estados Unidos), y a mediados de los noventa vinieron de vacaciones a Ecuador y traen todo lo que estaba de moda en Estados Unidos, que era esta música rap y esa ropa colorida y ancha. Como yo era adolescente, pues viéndoles a mis primos que ya eran más grandes, pues empecé a investigar. Mis primos dejaron mucha de esa ropa y esa música y ahí, pues, hubo un cambio de 360. Ahí nació El Disfraz, este personaje de rap, que cambió su ropa de luto por una ropa más colorida y más grande, se cortó el cabello y fue así que nació el rap en mí. Ya en Quito habían dos o tres bandas de rap que hablaban mucho de esta onda social como Sansa Matanza. Ellos fueron como un ejemplo a seguir de lo que se dice de lo que cómo debería hacerse también el rap. Empezamos en el año 2000 con un compañero más y uno de los productores de Sansa Matanza nos ayudó a grabar en un estudio casero que él tenía. Ahí empezó todo y no hemos parado. Hace tres semanas sacamos el último disco visual que se llama “Sudamerikmente” con once temas nuevos.
¿Cómo apareció la necesidad de incorporar el lenguaje de los pueblos originarios?
Para mí, es un proceso esto de poder ir consiguiendo esos saberes porque nosotros como adolescentes urbanos, pues no nos fijamos mucho en las periferias, o de dónde viene la comida por ejemplo, que viene de la gente campesina que tiene sus tierras. Cuando nos unimos con amigos que estaban en la onda social, pues ellos mismos mencionaban eso y a veces estos políticos o estos politiqueros decían que los indígenas no tendrían que venir a la ciudad porque no les pertenecía. Ahí yo dije: “qué locura, si ellos son los dueños de esta tierra”. Y ahí empezamos a averiguar y a empatizar con nuestra nuestra onda ancestral, que tenemos y que también llevamos. Nos damos cuenta que el quichua está en nuestra lengua. Ahí empezamos a escuchar a bandas como la Mafia Andina, que están haciendo una propuesta muy originaria y eso fue como que explotó en nuestro cerebro.
¿En tu familia hay hablantes del quichua?
No porque somos todos de ciudad. Tal vez mis tatarabuelos, puede ser que ellos han sido hablantes quichuas, pero no mis a mis abuelos, ni mis padres, que hablan todo español, pero yo estoy tratando de que la lengua siga siendo nuestra raíz porque es nuestra raíz, son nuestras raíces y perder nuestra identidad sería lo peor que nos puede pasar.