Por Gabriel Plaza // Fotografía: Leo Barizzoni.
Laura Canoura está sentada en una esquina del Café Macoco, al lado de una ventana que da a un patio interno. El volcán interpretativo, -esa personalidad y energía sobre el escenario-, está aquietado. La gran cantora nacional se oculta detrás de la timidez y la sobriedad de sus actos cuando está lejos de las tablas. Esta mujer icónica de la música popular edificó su historia artística sobre su paso por la legendaria agrupación Rumbo durante la dictadura militar, el trío pionero de mujeres Las Tres, -que formó a fines de los ochenta con Estela Magnone y Mariana Ingold- y abrió un nuevo camino para las intérpretes y autoras solistas del Uruguay con su álbum debut “Esa tristeza” (producido por Jaime Roos), que contenía el himno “Detrás del miedo”. Pero acá, en esta mañana de invierno, en este café de ambiente relajado, Laura Canoura, pasa desapercibida y su imagen legendaria parece mimetizarse con la de una habitué de todos los días.
“Me transformo cuando estoy cantando. Sobre el escenario me convierto en otra persona. Todo lo desinhibida que soy arriba del escenario cuando bajo soy recontra tímida. Me cuestan mucho los vínculos nuevos y en las multitudes me siento incómoda. Pero arriba del escenario puedo estar adelante de cincuenta mil personas como en el festival que se hizo este año en la rambla y me manejo con normalidad. En esos casos, siento la conexión con los músicos y la gente, y toda esa energía que mandan que es muy fuerte. Quedo agotada después del show, pero recargada a la vez”, dice la intérprete y compositora.
Anoche se acostó tarde y está cansada. Son días de mucha actividad y ensayos. Este viernes se presenta en el Teatro Solís, junto a su nueva banda eléctrica que formó hace un año y medio con Juan Pablo Chapital en primera guitarra, Martín Ibarburu en batería, Nacho Matheu en bajo y Jota Yabar en guitarra base. Todo nació de la invitación al ciclo Tres más uno que Chapital, Ibarburu y Matheu, hacían en el Bar Fun Fun. “La pasamos tan bien que después lo llamé a Chapa y le dije sino querían armar una banda conmigo. Ellos tienen una cosa tan fresca, tan natural, son músicos más jóvenes que yo y tienen esa mezcla entre profesionales y fans míos”, dice la cantora.
Para Laura Canoura este nuevo formato eléctrico fue otro gran cambio, entre los muchos, que desarrolló en más de veinte producciones discográficas, desde el sonido de la resistencia a los boleros, de la Piaf al tango, y del nuevo cancionero uruguayo al folklore. Atrás dejó el sonido acústico de su proyecto anterior «Cantorcita» junto al guitarrista Carlos Gómez, para incorporar una sonoridad más contemporánea y un repertorio de autoras de distintas generaciones, desde Verónica Sienra a Florencia Núñez, que serán parte del próximo disco que entrará a grabar en unas semanas. En el Teatro Solís, seguirá fogueando parte de este nuevo material y aprovechará para celebrar el 25 aniversario de «Pasajeros permanentes», un álbum clave de su discografía, con Gustavo Nocetti (guitarrista y arreglador de ese disco) y Luciano Supervielle, como invitados.
Después del proyecto acústico con «Cantorcita», ¿qué te llevo a este cambio de sonoridad?
Soy muy saltimbanqui. No la paso bien si me quedo anclada en algo. Empieza a funcionar el aburrimiento, las dudas, y digamos que el resultado de este repertorio tiene que ver con el formato de esta banda.
También, responde a una necesidad interna de cada momento.
Los últimos diez años hasta la pandemia estuve rodeada más de la pianística porque Andrés Bedó, que era mi pareja, dirigía mi banda. Después de la experiencia de «Cantorcita» volví a la guitarra y tenía ganas de armar un grupo que estuviera más centrado en ese sonido. Por supuesto, Uruguay tiene una cultura guitarrística tan rica que podés elegir, pero he aprendido que es importante la afinidad estética, humana, afectiva y personal con los músicos que vas a trabajar, porque compartís muchas cosas de tu vida.
¿El hecho de rescatar a compositoras mujeres y darles voz, dialoga con este presente de cambios y avances del feminismo?
Es un poco también mi labor. Todo eso de las proyectos de las compositoras surgió por una pregunta personal: ¿Dónde están las canciones que quiero cantar? Yo sé que tipo de cosas quiero cantar pero no sé donde buscarlas. Entonces empecé a pensar que le pasaba a las otras mujeres que cantaban. Fui exhaustiva. Para este proyecto entrevisté a mujeres de distintas generaciones como Vero Sienra, la más veterana de todas y Julieta Rada. Quería saber que cosas les preocupaban, donde estaban paradas, y a mí me permitió bucear en un repertorio distinto que me gusta cantarlo.
En este concierto en el Solís celebrás tu disco «Pasajeros permanentes». ¿Cómo es volver a pasar por ese material?
Estamos festejando los 25 años de «Pasajeros permanentes» y sigo haciendo hasta hoy esas canciones, pero una cosa que me pasa es que ya no soy la misma mujer. No podría cantarlas igual. No solo porque físicamente no me responde el instrumento sino que mi cabeza va por otros derroteros. Hace veinte años cuando cantaba esas canciones, yo era un violín y ahora soy un chelo. Quizás haya personas que quieran escuchar la versión original, pero eso conmigo es imposible. Para eso es mejor quedarse en la casa a escuchar el disco. Para mí, está bueno ver la evolución, los cambios. Cuando me dicen “estás igualita” no me gusta, porque yo sé que no estoy igualita. El tiempo pasa y me interesa observar ese paso del tiempo en las intérpretes.
¿Está la huella de la vida en la cantora?
Siempre he trabajado más sobre la intérprete que sobre la compositora. No me preocupa si vuelve aparecer la que hace canciones. Ella está muy cómoda viviendo de la intérprete, largando alguna cosa de tanto en tanto. El lugar de la intérprete que me estoy dando en este y otros proyectos, es algo que históricamente no parece suficiente para cierto sector de la música, pero a mí me gusta mucho. Un buen intérprete toma un vestido que le queda bien a otra persona y lo reforma para usarlo uno.
Pienso en Mercedes Sosa.
Claro, o en Brasil, artistas como Elis Regina, Maria Bethânia, Gal Costa, o Simone, que son todas intérpretes y sin ninguna inhibición para cantar un mismo tema. Acá en la música popular es como si no fuera suficiente, como si llegara un momento en que tenés que mostrar que vos también podes componer, decir tus propias cosas. A veces las cosas que vos decís ya las dijeron mejor otros, y mucho antes. El amor, la soledad, la tristeza, el viaje, son cosas tan universales, y como intérprete puedo darme el lujo de elegir la mejor canción que haya sobre ese tema. No tengo que hacer una que escribí yo.
Sin embargo, una canción tuya, “Detrás del miedo”, marcó a toda una generación.
Esa canción es especial, pero creo que sin las tres patas, la música de Fernando (Cabrera), el arreglo de Jaime (Roos) y esa letra mía, no sería la canción que es y no sería recordada por la gente. Pasaron una cantidad de cosas para que ese tema se volviera masivo. Cuando grabé «Esa tristeza» (1985), mi primer disco, me pasé tres años sin hacer nada porque no sabía como armar una banda, fui madre, y en determinando momento cuando empezó la experiencia de Las Tres, canté un jingle de la Pepsi que explotó. Entonces ese disco empezó a sonar de nuevo y «Esa tristeza» fue disco de oro cinco años después que salió. Sucedieron muchas cosas a la vez para que “Detrás del miedo” fuera un tema importante y marcara una época en mi vida.