La huida – Valentina Viettro

Por Valentina Viettro // Ilustración: Hermes Méndez.

El ambiente está lleno de agudos, los golpes de la bata Roland TR-08 se abren dejando el pasillo despejado, camino libre para que los sonidos hasta ahora almacenados en el Arturia Microbrute vean la luz. Solo un controlador midi hace el vaivén trazando caminos de un sonido al otro, de un intervalo al otro, un silencio como un suspiro, el paseo en un tiempo enlentecido donde el punteo de una guitarra suena a milonga, él espera el recitado, la voz grave, la garganta quebrada pero la música sigue y cruzando Gonzalo Ramírez se quita un momento los auriculares y el seseo de los sauces lo regresa directo a los bosques de la ciudad.

Sus piernas cruzan el Parque Rodó, sus pantalones anti roce, anti choque, anti transpi lo llevan más allá de la geografía, ve su reflejo en el lago, hay un sonido que flota sobre las islas, los patos y las ratas. Es el aire contenido de lxs que dejaron el barrio, los bares, el encuentro. Detrás de sus lentes anti reflejo la nostalgia del último rasgueo lo obliga a moverse, caerse nunca, detenerse jamás.

Una pareja corre en sentido contrario, se ven de lejos, se identifican, bajan la cabeza como si eso fuera un saludo, él acelera la marcha. Esos que antes eran vecinos hoy son una amenaza, el mantra se repite en su cabeza para no olvidar, para mantener la guardia alta. En frente están las olas que se agitan contra el silencio, la distancia y la enfermedad. Es temprano, la cuerda le da para llegar hasta Punta Carretas. Respira, confirma, retoma, de a poco aumenta el ritmo y se va.

El río, grande como mar, chocolate y espeso, no cambia, aunque se llena de plástico, aunque el ácido duerma en el fondo del agua, aunque ahora sea difícil visitarlo, él está ahí, testigo de las charlas, las alegrías y los enojos. Mirar al mar le hacía olvidar la realidad de una pandemia que había llegado para cambiarlo todo. Estira, toma agua, su respiración se calma, no puede abusar del tiempo en la calle,  ya es hora de volver.

Regresa, muerto de cansancio, se baña en las duchas antibacterias, pasa el control anti misil, antiexplosivo, hyper pulcro se pone la máscara y entra a su casa. Adentro lo espera la soledad, los pisos brillantes y la tele siempre encendida. El ritmo lo lleva camino a la pantalla, en ella una mujer se mira en otra tele, que a su vez él mira desde su living y así sucesivamente, la imagen se repite por millones. Acomoda su cuerpo en el sillón al mismo tiempo que termina la botella de agua, ella corre en la pantalla como hasta hace un momento él lo hacía. Él desearía tener compañía en sus mañanas de deporte. La canción habla del miedo a ser feliz y él mueve el cuerpo de manera involuntaria hipnotizado en el tarareo.

Su cabeza se agita y él teme perder la compostura, que lo vean, que piensen que él también está enfermo. Levanta la cabeza y en el aire ve a un volador, a una voladora, a varios flotando, le dicen algo, él no se mueve. Debe ser el estrés, piensa. ¿Adónde se van todes? ¿No saben que estamos en pandemia? Cientos de cuerpos se pegan a la ventana de su octavo piso, ventana doble. Él sube la música para evadirse… Se avivó que las antenas nada saben de amor, no es ayer, hoy es hoy… Una fuerza se debate el control de su cuerpo, sabe que debe prender la computadora y empezar a trabajar pero en cambio, toma impulso y salta con todas sus fuerzas directo contra la tele. Su cráneo se dirige de lleno contra la pantalla y él pasa al otro lado.

-¿Vos también sos de los Nuevos? le pregunta una criatura que él no es capaz de identificar.

-Puede ser, contesta él.

-Pero vos tenés que saber quién sos.

-Sí, claro… dice él mientras se toman de la mano y avanza hacia el bosque.

-Sabés, los Nuevos en general surgen de la tierra, los Voladores flotan. Pero hasta el momento de la televisión no había visto salir a nadie, ¿vos que corno serás?

Ellos se miran desconcertados, sin saber si hombre o bestia, si mujer o pájaro, ellos son bosque, huida, niñes, beso y eso de momento les queda bien. Dijiste, dijiste que ibas a ofertar tu piel y tu alma…dijiste que ibas a parar, que ibas a besar el mundo…