Por Gabriel Plaza.
“Arde” fue el primer adelanto del disco de Inés Errandonea que saldrá en octubre. Esa canción montada sobre un beat obsesivo y un río de palabras que se van encadenando a partir de sensaciones, en plan bailable, inició la serie de otros singles adelanto “Sábanas truchas” con Martín Buscaglia y “Bañera”, con la argentina Sofía Viola, que empezaron a darle sustancia al lanzamiento del segundo disco de la cancionista, “Agua viva”. El álbum fue producido por Juanito El Cantor, un artista fundamental de la escena independiente porteña.
Inés vive y trabaja en Buenos Aires. Desde esa distancia cercana, asistiendo a talleres de composición, escuchando música uruguaya y experimentando con las melodías y el cuerpo como territorio artístico, encontró un lenguaje muy personal dentro de las cancionistas de Montevideo, en paralelo a su trabajo en el cine y como integrante del grupo Coralinas.
“La vida real”, su primer álbum, fue elegido uno de los mejores discos del 2020. Su historia como compositora es relativamente corta, pero muy intensa dentro del mundo cancionístico. Entre su primer EP y los singles adelantos del segundo disco, la artista definió un estilo. Sus canciones son apuntes sobre las relaciones y los estados de ánimo cotidianos, construidas con un lenguaje sensorial y visual, melodías que funcionan como un bálsamo, o son como una montaña rusa, donde aparece el humor, la influencia de artistas contemporáneas y la reverberación estilística de autores de otra generación como Fernando Cabrera.
“Va pasando el tiempo y siento que hay gente que está siempre presente en mi mísica de algun modo. Cuando empecé a componer, me sentía muy cercana de Cabrera. Escucho mi primer EP y lo escucho, estaba ahí. Me sigue pasando algo con su música porque me impresiona su búsqueda, su rareza, y su desnudez de algún modo. Pero en este disco se cuelan mucho mis amigas, Carmen Pi, Papina de Palma, Cami Ferrari. En distintas cosas siento que de algún modo y sin saber nos impulsamos y nos escuchamos. Hasta me doy cuenta que en este disco a veces hasta no sé en formas de pronunciar cosas digo, ay, esto me parece que viene de por allá, y también particularmente en este disco hay cierta presencia de Martín Buscaglia”.
“Arde”, fue la primera canción, que sacaste de este primer disco ¿por qué la elegiste?
Siento que es como un buen inicio del disco porque es una canción súper física, ¿no? O sea, la letra, el ritmo, el video y la portada del single, todo tiene que ver con eso del proceso creativo de este disco. Esta es una canción que la hice en pandemia en medio del encierro. A mí me toma un tiempo procesar no solo la salida de la canción sino todas las capas que vienen después de las canciones. Como primero tener pronto un disco a sentir esto es un disco. Esta es una canción que nunca la toqué en vivo y salió en un taller de canciones con María Pien y Lucía Pivetta.
¿Surgió a partir de un ejercicio?
Sí, me resultó desafiante hacer una canción de una semana a la otra. A veces, en otras ocasiones, me quedaban todas las cosas por la mitad o canciones que eran como un borrador, pero esta salió entera. Me llevó mucho trabajo igual, pero me acuerdo que la canción quedó como en la maqueta que yo llevé para grabar. Me copé así como armar una especie de riff en la guitarra, que nunca hago eso tampoco, esa línea de bajo que está en la canción y se sostiene durante media canción, y esta esa cosa de todas las sensaciones corporales que a mí me atravesaban en esas búsquedas creativas. Después quedó como una cosa media sensual y de baile. Siento que tiene que ver también con todos esos universos y tiene como una cosa media obsesiva. De hecho, es casi como un hechizo la canción, no me suelta, como que no me deja en paz de algún modo. Mi vida se transformó un poco en estos meses de lanzamiento. Como que volví a vivir en esa intensidad medio demencial de esta canción.
¿Pensás que hay como una continuidad en el sonido con canciones de tu disco anterior?
Siento que si bien son diferentes a los temas de “La vida real”, también obviamente sé y me alegra que se note que soy yo, y que esa forma propia y personal se vea y se sostenga. Eso está buenísimo, aunque a veces a mí me cuesta más verla.
También está esa mirada como de extrañamiento sobre las cosas.
Eso es una cosa muy uruguaya en la canción. Me gusta un poco el extrañamiento porque no me siento una persona tan lisa y unidireccional para nada, entonces bueno me parece que mi retrato de mí misma se refleja en estas canciones de esa manera. Es como un contorsionismo de las emociones, un poco ese extrañamiento presentado desde el movimiento del cuerpo. También está esa mirada de como reírse de uno mismo en medio de esa intensidad, de como uno a veces es un desastre, o a veces tiene como un rapto de lucidez, pero también como reírse un poco de eso. Eso se notaba en el disco anterior también, pero bueno, en una canción como “Arde” se nota como esa presencia.
¿Cuál será el hilo narrativo del disco?
El hilo narrativo del disco tiene mucho que ver con la exploración del deseo en todas sus formas.
Y por eso siento que es como un disco muy corporal y una exploración de cómo funciona el deseo adentro mío. De verlo, de mirarme, de mirarlo, de preguntarme, de pelearme, de anidar en lo creativo. También hay como mucha presencia del agua, que es algo que a mí me hace muy bien y que me conecta muchísimo. Me di cuenta también de que eso aparece mucho. Cuando estaba pensando el disco me vino esa imagen como del agua viva, la mezcla de las dos palabras, el animal este acuático, medio doloroso, transparente, pero que te va a picar, y que es un poco de color flúor y hermoso, pero también un poco asqueroso. Todo eso me hizo ahí como un sentido.
¿Y por qué apareció lo del deseo como leitmotiv del álbum?
Apareció en un texto durante la pandemia. Escribí algo en prosa que era así como un registro muy físico de todo lo que me pasaba. Me obsesionó un poco todo ese tema y empezar a pensar en eso y en esa palabra. También siento que es algo re mío, como que me di cuenta que yo me refiero mucho el deseo en relación a lo creativo, pero que a la vez soy una persona ritualista. Tengo esto del desear desde chica. Siento que es una palabra que atraviesa la cosa más inocente. Desde pedir deseos en tu cumpleaños, o de pedir deseos cuando estrenas una ropa nueva, que es una cosa que mi mamá me dijo que yo hiciera cuando era chica y que lo re hago hasta hoy. Cuando tengo algo nuevo estos deseos los tengo que pensar y son re importantes. Soy una persona deseosa y que sueña mucho. Como que digo, ay, quisiera esto y lo otro, pero también estoy dando. En este camino he aprendido a soltar algunas cosas, o a desear sin apuro, que es como valorar el deseo por el deseo en sí mismo, sin pensar en la frustración cuando no pasa. Desear sin expectativas. Me empecé a preguntar un montón sobre todas estas cosas. O sea ¿a dónde vamos?, ¿qué queremos hacer?, ¿cómo estar presentes?. Estar en el deseo es como lo que me hace caminar y lo que me hace levantarme y seguir, ¿no? Y a la vez mientras que pensaba y atravesaba y escribía y cantaba sobre todo esto, también veía como esto de la libertad está en sólo estar presentes, en sólo vivir. Todo eso como que se mezcla y busca el sentido de las cosas, y de quién soy yo en realidad.