Un viaje por la milonga y el mundo de Jorge Nasser

Por Gabriel Plaza // Fotografías: Mauricio Rodríguez.

Suenan los primeros compases de “A Don José” y la gente se pone de pie, como si fuera a cantar el himno nacional. Es un momento que ni siquiera Jorge Nasser, arriba del escenario, lo puede dimensionar en el momento. Se queda impactado mirando a la multitud y lo comentará después en bambalinas. “Fue una cosa única”, dirá todavía golpeado emocionalmente por ese quiebre emotivo en el concierto de Mundo Milonga, en el Teatro Solís.

Un día antes se había conocido la noticia de la muerte del juglar folklórico Pepe Guerra, pieza clave de la cultura popular uruguaya del siglo XX y todo un país musical estuvo en duelo. Nasser, pudo grabar con Pepe Guerra en el disco Efectos personales de 2001. En aquel primer disco solista, donde Nasser inicio su camino por el mundo de la milonga, tras una larga trayectoria con su banda de rock Níquel, recuerda que Pepe le dio la bendición cuando aceptó grabar la canción  «Pensar soñando”.

Ahora es toda la gente de pie que llena el teatro la que canta con Jorge Nasser aquellos versos aletargados, profundos y míticos, que tantas veces cantó Pepe Guerra con Braulio López en Los Olimareños y dicen: “Con libertad, no ofendo ni temo / Que Don José / Oriental en la vida / Y en la muerte también / Oriental en la vida / Y en la muerte también”.

No fue un gesto improvisado. El tema, que tiene una reciente versión grabada con Maia Castro, es habitual en su repertorio y no podía faltar en esta lista de veinticuatro canciones que recorrieron su historia y contaron ese Mundo Milonga, donde estuvo acompañado por invitados como Gabriel Peluffo de Los Buitres, Chacho Ramos, Sandra Mihanovich, Pitufo Lombardo, Pilar Apesetche, Catherine Vergues y Copla Alta.

Nasser es hoy el heredero de esa generación que cruzó la milonga con el rock y la llevó a otros lugares y otros públicos. De alguna manera su vida, su música, es un cruce de caminos. No perdió aquel espíritu del rockero de Níquel, pero construyó un universo estético y muy personal, donde la milonga ganó territorio. Hace tiempo ya, recorre con la humildad del discípulo y con el oficio de los años, el largo y silencioso camino de la música de raíz. En “Décimas”, una de las más bellas canciones que compuso en el último tiempo, aunque no formó parte del espectáculo, se define así: “El instrumento ya sabe / Con qué cuerda ha de vibrar / Incluso cuando callar / Pa′ no llamar la atención”.

Mundo Milonga es un recorrido de fondo que lo lleva por paisajes musicales de toda su historia musical, sin perder su capacidad anfibia para dialogar con otras especies musicales. Es como un encuentro de fogón, una ronda al calor de la milonga con cierto espíritu de tertulia y amistad, pero compartido frente a una sala colmada como el Teatro Solís.

El artista trabaja con sencillez y profundidad esa lengua popular de la milonga y la tiñe de un condimento personal, que se revela en el sonido de esta banda solista, que capitanea desde el uso del guitarrón y una base criolla que redondea el color de esa propuesta instrumental con el trío de guitarras liderado por Carlos Mendez (hermano de Toto, ladero de Zitarrosa), Gonzalo de Lizarsa y Gusman Cajtak, que se prenden fuego con los punteos y bordoneos por milonga. Los secundan y se acoplan como sostén rockero el bajo eléctrico de Nico Román y la batería de Ariel Iglesias.

Nasser logra esa síntesis que puede conectar esa libertad rutera del sonido folk rock con Zitarrosa. Debajo del vestuario más propio de un músico que va camino a Nashville -sombrero de ala ancha, camisa de cowboy, sacón de cuero negro- está ese ADN montevideano que va de Gastón Dino Ciarlo a Jaime Roos, que se extiende hasta el Olimar y que anida en el corazón de la chamarra de José Carbajal el Sabalero. Esa conexión entre el campo y la ciudad, se condensa, sobre todo, en sus crónicas urbanas: “Candombe de la aduana”, que presenta en el formato intimista de piano y voz, en la chamarrita “Carritos de mi ciudad”, o en la canción manifiesto “Amo este lugar”, que son cantadas a coro por los aficionados, como si estuvieran en un estadio.

La música de este artista de 67 años con muchas vidas musicales tiene un gusto especial. Es un tuco condimentado con elementos de su mestizaje con el rocanrol y los acentos negros, y que se cocina a fuego lento en esa garganta con una inflexión aguardentosa, blusera y la gravedad seca del milonguero, o hasta el voceo de los canillitas de la ciudad.

Principalmente Mundo Milonga, está guiado por esa herencia de la raíz folklórica y su impacto en la ciudad y otros estilos. Por eso, a Nasser, le gusta invitar a estos espectáculos artistas de otros géneros: Gabriel Peluffo de Los Buitres sube a cantar “Pequeños milagros” y “Mincho bar”. También forman parte del encuentro referentes criollos del interior del país como Copla Alta en “Dichos”, cultoras del sonido folklórico como Pilar Apesetche, una artista de la nueva generación que cantó la chamarra “Luna de Piraraja”, o la participación de un ícono de la música tropical como Chacho Ramos que muestra su toque criollo en la guitarra en “Milonga del querer”, y que se queda para reafirmar ese espíritu mas cercano a la guajira en “A tus pies”, que se completa con la otra invitada Catherine Vergues.

En canciones como la melancólica “Palabras para Julia”, o en la dupla junto a la cantora argentina Sandra Mihanovich en “Luchadores en el lodo” y “Contra la corriente”, Nasser muestra un costado sentimental, como el de aquellos baladistas confesionales de los sesenta.

El concierto es una radiografía de su obra, con un puñado de grandes clásicos propios, temas clavados en el inconsciente popular de Montevideo, que fue plasmando en su etapa solista, pero también, incluye su vínculo cercano con otros autores como cuando reversiona “Milonga de pelo largo” de Dino, “Nadie me dijo nada” de Jaime Roos, a quién supo producir, y completa esa triada perfecta de canciones con “Montevideo amor”, junto al Pitufo Lombardo, uno de sus autores.

Deja para el final del show, como cierre perfecto del encuentro, la versión de “Pal’ que se va”, otra canción himno de Alfredo Zitarrosa con todos los artistas arriba del escenario, incluido un ballet tradicional. Jorge Nasser y el público repiten el estribillo que parece un llamado a la identidad, en el corazón de la Ciudad Vieja: “No te olvidés del pago / si te vas pa’ la ciudad / cuanti más lejos te vayas / más te tenés que acordar”.

Esta secuela de Mundo Milonga, un espectáculo que Nasser viene presentando con un singular éxito en cada sala que lo presenta -lo realizó el año pasado en el Sodre-, es una manera de llevar al público al ritual íntimo de la milonga, pero también a ese recorrido por diferentes caminos, los diferentes cruces, por donde lo llevó su propia historia: una abuela aficionada a la payada, un pasado y presente rockero y la epifanía de este camino zitarrosiano, donde la milonga es la bandera, esa que representa un paisaje urbano y rural. Ahí está su identidad, en esa terminal, donde todos sus caminos musicales finalmente se cruzan.