Siempre fui voz B

Por Laura Falero.

El canto como herramienta de emancipación

Pocas cosas me han llamado tanto la atención a pesar de mis años dentro de la música, como la cantidad de personas que tienen la falsa creencia de que no pueden cantar. Y no solo eso, sino que piensan que nunca lo lograrán, porque “no tienen oído” o simplemente odian su voz. Creencia que, como docente de canto, he descubierto que nace en la escuela, donde una simple categorización de voz “A” o voz “B” ha frustrado a generaciones enteras y ha interferido en la experiencia de conexión con nuestra musicalidad. Algo que me preocupa, ya que cantar debería ser una práctica que estimulemos como una herramienta no solo para la conexión emocional sino también para nuestra salud física y mental.

Ha sido bastante revelador descubrir que la observación activa de nuestra sonoridad es una actitud que no practicamos ni enseñamos, y mucho menos incorporamos como el verdadero propósito de nuestro sentido de la audición, que es la evolución del sistema de alerta temprana. Esto es, desarrollar la escucha como una herramienta activa de alerta. Y con ella, entonces, desarrollar nuestra sonoridad o nuestra música, ya que ésta fue una de las primeras formas de comunicarnos, tanto para producir emociones como para crear relaciones humanas. Es más, algunos antropólogos creen que esas músicas que emitían las comunidades primitivas tenían la intención pura y exclusiva de crear un lenguaje que luego se trasformó en la voz hablada, jergas e idiomas.

Pero entonces, ¿por qué siempre creemos que cantamos mal? ¿Qué mecanismos accionan en nuestro cerebro que interfieren en la conexión con la experiencia primitiva de cantar? ¿Por qué nos da tanta vergüenza? Es simple: porque en las sociedades occidentales capitalistas, la música y el canto están asociados no solo a un negocio sino a una práctica intelectual, virtuosa y erudita, colocando, a la población que no la practica de forma profesional, en un lugar de falsa inferioridad que bloquea la posibilidad de habitar el maravilloso universo de la escucha activa y, por ende, de la emisión de nuestra musicalidad. Básicamente, estas sociedades nos van dejando sordos, mudos y dormidos, llenos de ruido, para que solo podamos consumir.

En las sociedades capitalistas, toda conexión con el cuerpo es distorsionada por el ruido sobre ruido que genera el capital. Y este es un acto del inconsciente colectivo que nos desconecta, sobre todo, de nuestra sonoridad, desarrollando así una idea frustrante de que no solo no podemos cantar “ni en la ducha” -o que solo podemos cantar “en la ducha”-, sino que, además, cantar es un privilegio para algunos que tienen un talento natural, esos que en la escuela eran la voz “A”. A pesar de que en soledad cantamos, conectamos, generamos endorfinas y somos felices, seguimos creyendo que en realidad no podemos y no debemos cantar, sobre todo que no debemos, porque lo hacemos mal. ¡Es una creencia injusta y tortuosa! Es más, muchas de las voces “A” tampoco lo siguen haciendo, o lo hacen encerradas en un cuarto donde nadie las escucha. Simplemente porque, en un punto, también sienten que lo hacen mal y que se exponen demasiado.

Y es así, solo que cuando cantamos esa exposición de nuestra intimidad es positiva, no solo para nosotros sino para la comunidad. Por otro lado, cuando cantamos activamos todo nuestro sistema emotivo. Porque, justamente, es un acto de comunicación, como ya dijimos, que surge como un hecho de supervivencia emocional y como un mantra para generar comunidad.

Por lo tanto, cantar, puede que sea una de las manifestaciones personales más íntimas, de evolución interior, de conexión primitiva con nuestra humanidad, donde dejamos al descubierto el verdadero sentido que le damos a nuestra vida. Es un acto que expone lo que realmente somos, manifestando nuestra verdad. Y, a su vez, en las sociedades occidentales es un acto de valentía. Y no debería serlo. Debería ser una posibilidad expansiva que naciera del compromiso y la militancia con nuestra libertad. Porque ayuda a la comunidad: le da sentido a las experiencias, ayuda a entenderlas, y acompaña las tragedias de los pueblos. Por eso, en este momento donde estamos repensando el mundo, deberíamos de reconectar con el canto colectivo, con esas experiencias primitivas sonoras, colectivas, que nos producen tanta empatía, estimulando el canto como una herramienta de emancipación.

Serge Wilfart, un gran maestro búlgaro de la voz que descubrí hace poco, y que además ha sido impulsor de un nuevo método de respiración que cuestiona a los más conservadores -porque interpela a la técnica clásica e incorpora al sistema emocional que nos comanda como base de la técnica vocal-, escribe: «el fenómeno vocal es uno e indivisible. No hay ninguna razón para ser experto en la palabra y al mismo tiempo creerse inepto para el canto. Quien canta mal, habla mal, respira mal, adopta malas posturas, esta mal <dentro de su piel>. No solo todo el mundo tiene la posibilidad de cantar, sino que recuperar la voz cantada exige restaurar la voz hablada, desarrollar la función respiratoria, rectificar la verticalidad corporal y, en un sentido mas amplio, que el ser regrese a su verdad inicial”.

Esto último es verdaderamente impactante: “que el ser regrese a su verdad inicial”. ¿Cuál es tu verdad inicial? ¿Alguna vez te lo preguntaste? Bueno, parece que cantando podemos descubrirlo. El objetivo es aprender a conocerse, y no sacar miles de cantantes en serie que utilizan incorrectamente la voz, sino contribuir al descubrimiento de nuestra armonía, nuestra melodía, nuestro ritmo personal, nuestra sonoridad, nuestra música, como un hábito expansivo del ser.

Cantamos como somos, con nuestra historia, con nuestras tragedias y felicidades. Cantamos jugando también, para otros y para nosotros. Cantamos porque necesitamos hacerlo. Es parte de nuestro sistema de supervivencia. Es posible reescribir nuestra historia a través del canto, y no hace falta ser un virtuoso, hace falta salirse para afuera un rato, y como un acto de generosidad, sobre todo hacia uno mismo, liberar las músicas que genera tu cuerpo con el simple objetivo de alivianar el peso de la existencia. Eso es cantar. Eso es sacar la voz.

Así que los invito a transitar el maravilloso y liberador mundo de la voz cantada, como una costumbre cotidiana expansiva y de desbloqueo de nuestra musicalidad.

Todas las personas deberíamos de cantar. Todas.

De la A a la Z.

Foto fuente: ar.cineradios.com