Por Gabriel Plaza.
En 1996, la cantautora Samantha Navarro salió con un disco debut, reseñado y bendecido por Eduardo Darnauchans, que pidió que compren ese disco, y si era necesario que lo roben. De golpe, esa chica, nacida el 14 de agosto de 1971 en Montevideo en una familia de músicos académicos, logró con ese disco debut y esa reseña del Darno, que todos se pregunten quién era esa nueva chica iluminada de la música uruguaya, y porque el cantautor había posado los ojos y los oídos en sus canciones. Eso parece fácil de comprender cuando se escucha nuevamente aquel debut.
Samantha Navarro se presentó al mundo de la canción diciendo que le crecía una planta en la cabeza.
Era la novia que quería disecar el cuerpo de su novio.
Era la pirata hembra que quería raptar un muchacho.
Era la joven que hacía dieta para verse más bella y terminaba toda demacrada, de tanto tomar anfetaminas.
Era la mujer que, a punto de ser abandonada, le cantaba un bolero a su pareja: “Si vos me vas a dejar, hacélo ya”.
Samantha Navarro era la chica rara, extraña, magnética y moderna, que cantaba todas esas cosas en su primer disco y que ahora, en esencia es la misma y le puede cantar a David Bowie, a un Ricky Martin santificado, o al amor en sus múltiples formas en la trilogía de EPs, que editó entre 2020 y 2021: Primera Isla, Segunda Isla y Tercera Isla.
Es la mujer madura, a punto de cumplir 52 años, casada con Victoria con la que tienen un hijo de escorpio llamado Simón, y que ahora está subido a un camión haciendo equilibrio. “Baja de ahí Simón”, dice la madre.
La cantora, guitarrista y compositora, se cubre con una manta por una gripe. Los rulos son como resortes. Los anteojos le dan un aire de ratón de biblioteca, amante de la ficción. El sol entra por la ventana de la cocina. Está entusiasmada. Anoche fue a ver un concierto de la artista brasileña Simone y quedó deslumbrada con la cantora. En pocos días, el 19 de agosto, toca con la banda La Dulce, con la que lleva más de dos décadas de trayectoria, junto a su nueva aliada musical desde hace dos años, Ana Prada, para hacer Dulces pecadoras en la Sala Zitarrosa.
“Es un mix entre las canciones de Ana de su disco No y clásicos de su carrera. Los temas están tocados por La Dulce que aporta batería, vientos, otras guitarras y mi voz, además de nuestras canciones. Va a estar bien de bien eso. Estamos emocionadas con ese toque”, dice.
Dentro de esa vida, que se fue haciendo a punta de canciones, hay pequeños hitos. Ella los nombra de forma desordenada y sin cronología.
“El hito más importante que noto a nivel de cosas es cuando grabé autores en vivo para AGADU). Fue importante ese toque. Después en 2012 me gané una beca. En el jurado estaba Leo Maslíah. Eso fue increíble porque fue un apoyo que tuve del Estado que recibía una plata por mes como un gran voto de confianza. Y recuerdo con cariño las veces que me han cantado. Eso fue muy mágico para mí. En el año 2000, en la sala Zitarrosa, Fernando Cabrera hizo una versión de “El mar en un andén”, que fue increíble. Me acuerdo de ese momento, de estar ahí. Muy hermoso. Laura Canoura, ahora, está haciendo también una versión muy linda de ese tema”, dice Samantha Navarro.
El otro hito, ya se mencionó, fue la crítica de Darnauchans a su primer disco. “Fue como una cosa muy fundante. Yo soy recontra fanática de él. Ha sido mi maestro. Lo conocí en un concurso de la canción en 1994. Gané junto con Inés Pierre, y compartimos el premio a mejor autor. En ese momento, no se ponía mejor autora. Ahí fue increíble. Me llama mi madre un día y me dice: “Samantha, Darnachaus en el teléfono”.
Hay un hilo conductor entre la artista cachorra de mediados de los noventa y la mujer adulta que grabó sus últimos lanzamientos. Hay un sonido, un humor, un estilo Samantha Navarro, que define así.
“Yo soy como una hija de Leo Maslíah, así como soy una hija vocal de Sandra Mihanovich. Tengo todo ese amor por las cuestiones más jazzísticas, el intento de que se entienda lo que estoy diciendo, y tengo esa parte del trabajo del texto desde el lugar del humor que es una característica que me ha diferenciado de otras propuestas. Jugar con los géneros, ser plástica y trabajar siempre”.
El estilo de Samantha Navarro nació gracias a lo que llama un pequeño defecto. “Nunca tuve oído para la melodía así que no podía sacar temas en la guitarra. Tuve que inventarme mis propias canciones para poder cantarlas”.
Hay, también, una muy buena formación académica en la guitarra y una intuición para hacer canciones creando métodos disparatados. Así nació una de sus últimas canciones dedicadas a David Bowie, que abre su EP Segunda Isla.
“Como soy adicta a hacer canciones estoy todo el tiempo inventando y creando ejercicios para mí. Después doy clases de eso y me rescato. Este ejercicio era así. Tenía la idea de usar los números de los ómnibus, que además me encantan, como grados de la escala. Por ejemplo, el 526. Si estoy en do mayor, el 5 es sol, el 2 es re menor y el 6 es la menor. Con esa premisa me puse el desafío de encontrar en treinta minutos la melodía de un tema. Así llegué a la canción Bowie, que es una canción tristísima que dice que nunca voy a ver a Bowie en vivo y nunca se enamorará de mí. Es una canción terrible. Es una canción del amor muerto y eterno”, dice Samantha.
El amor en todas sus formas, es lo que proclama Samantha. Es una proclama de tono dulce y fresca rebeldía que la transformó en una referencia, apenas apareció en la escena musical. “En la manera de escribir se notaba. No eran las clásicas canciones de “me dejó un muchacho”. Eran otro tipo de canciones, otro viaje, otra cosa como “Pirata hembra” o “Me gustaría disecarte”. También escribí siempre desde personajes con características mías, pero no soy yo”, dice la artista.
Como Gustavo Pena El Príncipe, que se hizo una canción como regalo de cumpleaños llamada “Nada”, la cancionista también se regaló un tema para su cumpleaños cincuenta en plena pandemia. La canción se llama “Señal” y es como una plegaria. “Ahora que todo parece mentira. ahora que no existe la verdad, fallan todas las alarmas (…) dame una señal”, dice. La cantó el año pasado en la Catedral de la Virgen de los 33 Orientales en un homenaje. “Ahí compartí escenario con Rada que hizo bailar a todos y había un montón de gente de la iglesia, curas y arzobispos, todos bailando”.
“Señal”, será el nuevo single de su futuro disco, producido artísticamente por Diego Maturro, que prácticamente ya está listo, y que marca otro giro de timón en su ondulante trayectoria. “Él me dijo: “a vos te falta un disco sencillo, pop-rock”. Entonces le mandé temas sólo con la guitarrita y los compuse pensando en otra cosa. Que este disco “lo puedan pasar en la radio”.
No será solo un disco de canciones para la radio. Será un disco de Samantha Navarro, la autora que puede inventar un mundo pop, encantadoramente deforme.