MYDMUS llegó a la Sala Corchea

Por Florencia Nichele.

La primera presentación del año estuvo a cargo del dúo Qaramtá y Martina.

Era mi primera vez en la Sala Corchea y me encontré con notable expectativa por presenciar un show que premiaba por ser distinto a aquellos a los que suelo asistir. Me adentré en ese espacio con capacidad para 60 personas; mientras esperaban, algunas de ellas murmuraban; anticiparon lo que sucedería: el primer ciclo del colectivo de Mujeres y Disidencias de la Música Uruguaya (MYDMUS) del año.

Qaramtá

Los encargados de armonizar la noche de sábado fue el dúo Qaramtá, esta vez en su formato cuarteto, integrado por: Eduardo Fayos (voz, guitarra y bombo legüero), Lucía Merico (voz, piano y bombo legüero), Lucía Miguez (percusión) y Nacho Garandán (guitarra y charango).

Subieron al escenario, mientras un fragmento del poema “Resistencia” de José Luis Aguirre se escuchaba en la sala:

“Menos mal que tenemos nuestros lugares de encuentro
Lugares con corazón, lugares tierra, lugares casa
Lugares de resistencia, de esperanza.
Donde atrincherarnos, abrazarnos, acovacharnos.
Lugares lumbre, con alma,
donde se nos arremolina un caterío de hijos por las patas,
mientras heredan, atestiguan, la imprescindible continuación de la magia”

Los músicos en el escenario se le unieron enseguida y cual cuerda de tambores, empezaron su pedido de palmas rítmicas al público.

Merico, comenzó la presentación: “Estamos felices de estar aquí de abrir este festival MYMUD”; agregó que este ciclo es una oportunidad para unirse y comentó que habrían más en los meses del año que restan.

Con canciones, que como explica el dúo, son de resistencia y raíz, los más diversos instrumentos pasaron por el escenario, anticipó desde un comienzo que eso solo significaba que la música se quedaría entre los presentes, así como el disfrute y la paz que transmitían los músicos, mientras atravesaban estilos como la chacarera, la zamba, el candombe, el folklore, entre otros.

No solo los instrumentos se paseaban por el escenario, también lo hacían sus intérpretes: “Nos gusta movernos por el escenario, es para que no se distraigan” dijo la cantante al público entre risas; e interpretaron canciones como “La doble sentenciosa”–un folklore del norte argentino– y “Pajarillo verde” proveniente de Venezuela–, entre algunas otras de latinoamérica y la región.

A mitad de la presentación, Payes presentó una “micro canción” –así la llamaron– de la autoría de la cantante, surgida en la pandemia. Una que, aunque fue breve, reflejaba lo importante que es reinventarse y seguir. Con la delicada voz de Merico y la sonrisa que reflejaba mientras tocaba su piano, el lugar se amenizó y todos en el escenario la acompañaron, como compenetrados con la canción.

Hacia el final, Merico dio lugar a las dos últimas canciones y dijo sobre la primera de ellas que: “Nos recuerda la importancia de seguir nuestro corazón siempre y saber que hay otros corazones como el nuestro que late en la misma sintonía y manos que ayuden a construir un mundo mejor”. Los músicos hicieron una interpretación en la que intercambiaron miradas, para luego cerrar sus ojos y entregarse a la melodía y a la canción en total plenitud.

“Siempre hay corazones y manos”, decía el final de la canción, tal como lo anticiparon las palabras de la cantante, tal y como hicieron al público repetir reiteradas veces, como una asunción ineludible. Dejaron el escenario, no sin antes agradecer a quienes hicieron posible ese show y a los presentes.

Martina

Rápidamente, Martina y banda aparecieron sobre el escenario: Martina Bagnato (voz), Federico Viamonti (teclado), Maximiliano Viera (batería) y Ernie Rivera (teclado y coros).

Interpretaron clásicos de la cumbia de ayer y de hoy.

Conforme transcurrían las canciones, con la excusa de la cantante de que todos nos sacáramos el frio en el aún predominante invierno, invitó al público a hacer palmas para acompañar sus canciones.

Hubo un momento, -el primero que anticipó la fiesta en la que terminaríamos- en el que Martina cantaba “Corazón Valiente” y encontró a una mujer en el público que cantaba con ella, entonces no dudó en acercarse para que cantaran juntas. Merico, perteneciente al grupo anterior, no dudó en informar a la intérprete sobre la persona que tenía enfrente: Laura, una compositora. Eso fue más que suficiente y la invitó al escenario, a interpretar con ella un enganchado de Gilda, con el que improvisó; al mismo tiempo, Martina pidió aplausos para ella, y dijo a todos que el escenario y la música eran para compartirse. Una auténtica fiesta comenzó a gestarse a partir de ese momento.

Otro de los hechos consagratorios de la noche fue cuando preguntó a los adultos en primera fila si sabían bailar cuarteto. Solo una de las parejas siguió el juego y se paró a bailar luego de su pedido, mientras la banda interpretaba este ritmo argentino.

A mitad de la canción elegida, se vió a un señor canoso que bailaba la música de origen cordobés, en respuesta al pedido de Martina, al que inicialmente se negó. Ante esto, la cantante abandonó el escenario y comenzó a imitar sus pasos de baile.

Al finalizar le preguntó cómo se llamaba; el hombre contestó que su nombre era Ricardo; “Ah pero me decías que no y al final bailás mejor que yo, Ricardo”, le dijo ella. Él, como respuesta, también tuvo que finalizar la canción cuando ella le acercó el micrófono y la sala se llenó de eufóricos aplausos.

La banda tomó una decisión interesante con los temas que tocaron para cerrar la noche, el bis fue con dos canciones que hablaban sobre irse: “El amor de mi vida” de María Becerra y “Como la flor” de Selena, mientras al fondo se movieron algunas sillas y una parte del público presente bailó, los que no, hicieron palmas.

Al despedirse, la cantante comenzó su agradecimiento: “Para mi es un placer hacer música tan acompañada, no somos solo los que estamos acá arriba”, dijo, y con ello invitó a la cantante de Qaramtá al escenario y a todos los que integraban el dúo. Con todos allí, habló de lo increíble que fue para ella verlos tocar tantos instrumentos y preguntó a Merico si se sabía alguna cumbia. La cantante dudó, pero finalmente se reiteró el enganchado de Gilda en el escenario y aquellos que no tocaron instrumentos bailaron, mientras ambas hicieron su interpretación. Así, con su entusiasmo y una sonrisa que mantuvo en su cara durante todo el show, la sala terminó como un gran festejo en lo que recordó reiteradas veces que también era el día del amigo.