Martín Buscaglia en el Teatro Solís

Por Guillermo Amy.

El destacado músico Martín Buscaglia retornó a la sala principal del Teatro Solís a presentar su nuevo espectáculo: “Una canción no tiene importancia”.

Al leer el título es natural que la intriga empiece a dominar. Algunas charlas al margen en la previa ya denotaron cierta curiosidad, “¿Cómo una canción no va a tener importancia?”. El artista decidió no adelantar absolutamente ningún detalle y ofrecer las respuestas ante una sala que lo recibió con su capacidad máxima con localidades agotadas.

El show del sábado en el Solís demostró con creces que la intriga y el misterio, utilizados con inteligencia, pueden llegar a generar un gran impacto a la hora de ofrecer un espectáculo. En esta oportunidad, el músico decidió no poner toda la carne en el asador, sino que la elección fue cocinar a fuego lento. Esto quedó a la vista cuando en la primera tirada de canciones, un coro sin presencia física se proyectó a través de sombras para dar voz a “La comedia”, “Viajar contigo” y “Cortémonos la cara” en conjunto.

La charla durante casi toda la noche consistió en “las mil y una formas de componer canciones”. Bajo esta premisa, Buscaglia habló desde su experiencia y su versatilidad dialéctica para dejar algunas reflexiones al respecto. La rima que inventaste en un momento casual, componer con otros o en solitario, fueron algunos ejemplos que desarrolló durante el desenlace el desenlace del show. La iluminación en este primer bloque fue vital, ya que las luces se encontraban apagadas casi en su totalidad salvo un único foco enfocando al músico, funcionando a la perfección para ambientar una charla íntima y distendida sin desviar la atención.

A continuación, se develó una de las primeras sorpresas: “El hombre orquesta”, el formato con el que Buscaglia ayudado con una loopera, una caja de ritmos y varios instrumentos da cuerpo, ritmo y vida a sus canciones volvía a hacerse presente. “Que importa blablabla”, “Don Perogullo”, con una participación protagónica de la audiencia, “Yo nunca pedí”, fueron algunas que sonaron en este divertido y a su vez envolvente formato, que con bailes y comentarios generó uno de los momentos más humorísticos.

Luego de una breve presentación de su libro “Dos patos”, su cancionero con 22 de sus composiciones más emblemáticas para que “el conocimiento se vuelva sentimiento”, el artista pasó a ubicarse al sector del piano para interpretar, esta vez sí con el coro netamente visible, “Para vencer” y “Fico fue a la montaña”, con un muy destacado trabajo de voces.

Para la segunda mitad el protagonismo visual se lo llevó una cocina que se mostró con todos los elementos que de por sí la componen: platos, mesas, sillas y muebles. En este marco, sentado y apoyado sobre la mesa como si de una cena se tratase, Buscaglia hizo un paralelismo muy interesante entre la composición y cocinar. Además, aprovechó para dar la gran respuesta a la pregunta que el espectáculo planteaba: una canción por sí sola no tiene importancia, pero el hecho de componer más de una consiste en un viaje vasto, aterrador, amoroso y de un aterrizaje sin fin porque se empieza a proyectar más lo general por encima de lo particular. Al igual que en la cocina, “hacerlo sin cariño y sin ganas es un sacrilegio imperdonable”.

El repertorio siguió su curso con algunas canciones no tan frecuentadas y anécdotas como su intento fallido de ser un músico minimalista (citando el ejemplo de Ezra Pound), comentarios sobre un documental de camellos salvajes y una canción nueva dedicada a Luis Suarez. Este momento contó además con la presencia del grupo de percusión y danza, Mamba, que con un más que interesante aporte dio ritmo y viveza a varias de las composiciones como “El candombe de Marte”, “Hablando de Roma” y “Visionarios”.

Si la noche hubiera terminado ahí, nadie hubiera podido reprochar absolutamente nada. Pero pese a esto, y a vistas de que Buscaglia se sentía muy a gusto con el momento, tomó pedidos del público para tocarlos a guitarra y voz, fraccionando y combinando las canciones para mayor dinamismo. Algunos de los pedidos fueron “Trivial Polonio”, “Mil cosas”, “Sale el sol” y “Nadador salvador” y “Presiento que esta noche soy un lirio”, para dar un cierre definitivo a una noche emotiva e inolvidable. Tras casi 2 horas y media de espectáculo, el público se puso de pie para ovacionar un show completo y excelentemente trabajado.