Por Valentina Viettro // Fotografía: Eliana Arguinzones.
Lucía Trentini cerró el año en Marsella con una seguidilla de tres conciertos. El primero en La Merveilleuse, un pub en el corazón del centro nocturno de la ciudad, el segundo en el Cuarto Mundo, un referente del under latino local de Marsella. Y finalmente con un concierto de público sentado y gente de boca abierta en la Casa Colorada, una asociación local que reúne a latinoamericanos venidos de todas las puntas del continente.
Cuando abro la puerta de mi casa, recién llegada de Montevideo y con los alfajores aún frescos en la valija, me encuentro a Lucía reinando la sala del comedor mate en mano, labios rojos y una sonrisa que desbordaba los cachetes. Yo que ya no recordaba mis días de productora supe sin más que Lucía no precisaba de mi ayuda cuando la vi revolviéndose con un francés aún rústico pero obstinado.
Vitia Granado, un guitarrista local integrante de la banda francesa, Lodi Gunz, acompañó a Lucía en dos de sus conciertos, demostrando su capacidad para hacerse adoptar. Porque hija del camino una vez, hija del camino siempre. La primera noche en la Merveilleuse, Lucía vestida de rojo hacía juego con el color de sus venas abiertas, mientras las notas como sus manos vibraban en el aire. Nadie conocía el repertorio, una lista de canciones recogidas del cancionero folklórico latinoamericano se codeaban entre loops y sintes llenando de estrellitas el aire. El público aún tímido no sabía si pararse, sentarse o ponerse a bailar. Lo cierto es que las miradas se retorcían intentando entender lo que a los oídos les costaba aún más. Los sentidos en alerta para recibir lo que esta uruguaya estaba dando sobre escena.
Lucía es actriz, dramaturga, música y poeta. Nacida en el departamento de Durazno en Uruguay, inició una prolífica carrera en su país antes de irse a Madrid donde pasa la mayoría del año entre propuestas de teatro y conciertos en vivo.
El segundo concierto no tardó en llegar, para esta ocasión más gente estaba prevenida. “Sí, es uruguaya, creo que vive en España, dice poemas con electrónica”. En un sótano del barrio multicultural de Noailles donde mercadillos y salones de té mantienen sus puertas abiertas de sol a sol. Luego de una entrevista en vivo para el podcast Experience, Lucía zapateó los a priori con sus botas tejanas, dejando a quien la veía sin definición válida. Una voz límpida sostenida en una constelación de sonidos emitidos por campanas, teclados, guitarra, flauta y bombo. Vitia vuelve al escenario y la magia de las pausas que impone Lucía dejan a quienes la escuchan en un suspenso que se puede cortar a cuchillo. La noche fue larga y el comentario que se repetía, la expectativa superada por la felicidad del descubrimiento.
Para cuando llegó el último concierto de la semana, Lucía se movía segura por la ciudad saludando. En esta ocasión el público estaría sentado, conocería las canciones y la esperarían ansiosos por escuchar las interpretaciones que llegaban un poco después que los comentarios de las mismas. Hay quienes dejaron el lugar en lágrimas, quienes anotaron meticulosamente el nombre de las canciones creyendo poder encontrar en la nube una versión similar. Aunque no la hay. Lo que Lucía Trentini propone es una fiesta de la palabra, la caricia de las notas y como dice una canción de su autoría. “Que se mueva todo de la cabeza a los pies, que se nos dibujen alas”. Un show no apto para corazones blandos.