Por Andrés Parrado *.
El vínculo artístico de Carlos Gardel con el Uruguay se remonta a los inicios de su carrera. Desde su primer encuentro con José Razzano en 1911, y el posterior debut del famoso dúo en el Teatro Royal de Montevideo, nuestra capital contó con la asidua presencia del Zorzal. Prueba de ello es la famosa rueda que se reunía en torno a su mesa del Café Tupí Nambá, en la esquina equina de Juncal y Buenos Aires, cada vez que Don Carlos pisaba suelo montevideano.
Pero también fue notorio su gusto por disfrutar de nuestra costa balnearia. Prestan testimonio de ello varias fotografías que lo retratan en playas montevideanas desde los años 20. Así podemos ver desde un Gardel robusto posando en traje de baño sobre las arenas de Pocitos, hasta la fina estampa de traje y chambergo que lucía en 1933 en Playa La Mulata.
El lugar predilecto del Mago para pasar la temporada estival era el «Yeruá´´, un típico chalet a la usanza nórdica ubicado sobre la Rambla de Malvín, propiedad del célebre compositor de caballos Francisco Maschio. Allí transcurrieron entrañables tenidas junto a sus amigos Maschio y Leguisamo, quienes para Gardel además encarnaban su pasión por el turf.
En octubre de 1933, durante su última visita a Montevideo, Carlos Gardel escrituró la adquisición de un terreno de 600 metros cuadrados en Carrasco, no demasiado lejos del Yeruá de su amigo Maschio. Sobre el vasto solar ubicado en la calle Pablo Podesta 1421, se levantó una suntuosa mansión de estilo Art Decó con un amplio jardín y hasta una cancha de paleta con frontón. El interior de la casa se enriquece con coloridos vitraux, herrajes decorativos y elegantes columnas. Cuenta con una amplia sala de música, numerosas habitaciones y cinco baños revestidos con mármoles de distinto color. Una robusta escalera de madera conduce a la planta alta donde el espacio se proyecta hacia el exterior en una amplia terraza con balaustrada.
Desafortunadamente Gardel no llegó a ver terminada su magnífica casa. Su amigo Ricardo Bonapelch había sido el encargado de gestionar su construcción mientras el ídolo máximo filmaba sus famosas películas en Estados Unidos. La tradición oral cuenta que Bonapelch le habría regalado a Gardel la construcción de la valiosa casona. Lo cierto es que en abril de 1933 Bonapelch se había armado de una cuantiosa fortuna tras la muerte de su suegro Pedro Salvo. La muerte de Salvo se dio en dudosas circunstancias al ser atropellado por un automóvil cuando salía de un cine en el barrio Paso Molino. Pocos años más tarde la justicia uruguaya procesó a Bonapelch por mandar a matar a su millonario suegro.
Más allá de la jugosa trama policial que roza tangencialmente la historia del cantor y su mansión, cabe preguntarse: ¿era la intención de Gardel radicarse en Montevideo? o planeaba en un futuro vivir su retiro en la costa de Carrasco…?
* Andrés Parrado es estudiante avanzado de la carrera de Arquitectura en UDELAR. Es bailarín de tango y dicta clases desde 2009. Ha participado en distintas actividades académicas y programas radiales y de televisión vinculados al tango desde 2007. Desde 2011 participa como tallerista invitado en la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD). Recibió el premio MATOS RODRÍGUEZ en la categoría «Difusión». Es protagonista destacado desde hace años en las actividades que se realizan en la esquina de 18 de julio y Yí junto a la estatua de Carlos Gardel.