Por Gabriel Plaza.
La entrada es como la de un gran patio cervecero amigable que da ganas de ingresar. Algunas personas miran hacia adentro. Escuchan música y se arriman. Galpón B, es una sala del circuito independiente en el barrio de San Cristóbal, en la zona sur de la Capital Federal. En ese espacio se cocinó buena parte del under tanguero del siglo XXI. Es la sede oficial de la Orquesta Típica Ciudad Baigón, una agrupación que lleva más de una década pulsando el género del tango en la ciudad con sus composiciones nuevas y su ADN rockero. Dentro de sus hitos está la grabación de un tango compuesto a dúo con el Indio Solari de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Ese ámbito, entonces parece el ideal para el primer Festival Internacional Vagamundos, un encuentro de bandas y proyectos de la música alternativa de Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile: Cuatro Pesos de Propina, Cabaret, Villagrán, Malicia, Juano, Don Vito, Mirza y Juan Shambala.
“La idea es darle un espacio a todas esas personas que no van a los grandes festivales porque los artistas que traen ya los escuchan en las radios, sino que tengan un lugar donde puedan descubrir nuevas bandas”, dice Inti Raymi, productor, curador y organizador de esta primera edición, que luce una sonrisa.
Es una noche inmejorable. El clima es primaveral. Hay buen ambiente. La preventa de entradas se agotó y el ritmo de venta de tickets en la puerta es constante. Una argentina hasta decidió festejar el cumpleaños en el festival. “Me pareció un buen plan traer a mis amigos y escuchar música juntos”, dice rodeada por sus compañeros de aventuras, que chocan vasos de cerveza y comen una grande de muzzarella.
La curaduría del festival hace pie en el Cono Sur del continente, a partir del acuerdo con distintos países. Con esa idea pasan por el festival artistas de regiones que no vienen a tocar tan seguido a Buenos Aires, una plaza atractiva y que le da visibilidad a muchos proyectos. Es el caso de Cuatro Pesos de Propina que cruzó el Río de la Plata con su formación completa para renovar su interés en el público local, donde ya tienen sus propios seguidores, –aquellos que cosecharon con canciones como “Mi revolución”, “Glu glu” y “Solari”–, y que regresan para mostrar su nueva propuesta desde su disco “La llama” (2019), donde converge un sonido mucho más mestizo junto a la milonga y la electrónica. Lo mismo pasa con la banda paraguaya Villagrán, que atrae a los migrantes como el actor Nicolás García Hume, radicado en la Argentina, y reconocido por sus participaciones en series como “El reino”.
Dos días antes, en ese mismo lugar, se realizaron charlas, show-cases y un encuentro en el que participaron más de veinte productores del Cono Sur y programadores de varias salas. “Queríamos aprovechar este festival para generar un encuentro de la industria, pero también donde participaran programadores que ofrezcan espacios reales donde los artistas pudieran venir a tocar”, dice Inti. La buena recepción del evento anticipó lo que pasaría el sábado en el festival.
“Lo mejor de esto es que nos empezamos a conocer con otras bandas, los podemos invitar a tocar y a compartir”, dijo el líder del proyecto argentino Don Vito, desde el escenario. Muchos, a pesar de su larga trayectoria en la escena local –ocho discos editados–, era la primera vez que lo escuchaban en vivo con esa mezcla entre el reggae y el nü metal con ecos a bandas como Rage Against the Machine.
A lo largo de la noche hubo diferentes intercambios artísticos sobre el escenario. Uno de los encuentros más explosivos fue el de Gastón Puentes, cantante de Cuatro Pesos de Propina, invitado por Villagrán, la banda guaraní que fusiona en su ritmo subtropical, el funk, la cumbia y el ragamuffin: la química entre los artistas de Uruguay y Paraguay despertaron el éxtasis del público, que se repartió entre el baile y el pogo al mismo tiempo.
A medida que fueron pasando las bandas y las horas, el festival encontró su punto de ebullición pasada la medianoche, cuando la sala con capacidad para más de 700 personas lució a pleno.
El crédito local Juano fue de los primeros que calentó el ambiente. Sus canciones de sonido chill y veraniego –pop, urbano y soul– fueron bien recibidas. El artista siguió plantando bandera en territorio argentino y convocando a sus propios seguidores, que cantaron varias de sus canciones como “Movie” y “Gin tonic”, con esa base reggae contagiosa y un estribillo hitero para las FM. El artista sabe que cada uno de esos cruces a Buenos Aires empieza a dar sus frutos: “¿Se saben mis canciones?”. Un puñado de seguidores le responde y le termina haciendo los coros en los estribillos de sus temas. Al final de su show les pide que se arrimen bien al escenario para sacarse una selfie y hasta los que están en el fondo del teatro levantan las manos para formar parte del recuerdo de Juano en Buenos Aires. Es una buena señal.
Otra de las sorpresas fue el proyecto Malicia, oriundo de Valdivia, al sur de Chile. Su cantante parece haber salido de los años ochenta. El estilismo de su cabello pavoroso, el vestuario que combina el saco dorado con apenas un body negro por debajo recreando la imagen de íconos femeninos como Joan Jett y Blondie. El audio electropop, el sonido de los sintetizadores, las guitarras distorsionadas y el pulso disco para bailar, es la escenografía perfecta para el despliegue de su performance que cautiva al público y le dedica muchos aplausos.
Entre banda y banda, se arman charlas descontracturadas abajo del escenario. Mucho de los músicos que participan parece que se conocieran de toda la vida, pero la mayoría es la primera vez que se ven. El festival es como un puente que acerca las distancias entre Uruguay, Chile, Paraguay y Argentina. “Se puede ver ese ambiente de hermandad que se generó entre todos”, dice Inti.
Las cervezas, acompañan esos primeros acercamientos entre bandas, que forman parte del backstage del festival. Pero también los conciertos se convierten en una vidriera musical que despierta el interés de productores como El Chávez, que desde la zona Oeste dijo presente. Al igual que Tweety González, que siempre anda a la busca de nuevos talentos.
Inti, motor de este encuentro, lo confirma: “El festival es una manera de descubrir grupos distintos”. ¿Entramos?, le dice una chica a su grupo de amigos, cuando observan desde el patio el buen ambiente del Galpón B. Adentro se está cocinando la historia del Festival Internacional Vagamundos. Esta noche es la piedra fundacional.