“Escribir una canción nueva es un acto revolucionario”, dice Diana Ramundey, cantora y compositora. Es tarde de sábado en Montevideo. Ella está con su mate en la casa de su abuela, la misma casa donde aprendió mucho del cancionero popular que respira en sus canciones. En esta casa de la infancia, que ahora es su morada, están sus primeros recuerdos musicales. “Mis abuelos escuchaban vinilos de tango y folklore todos los domingos”, rememora Diana en el día de descanso del proyecto de plena con el que toca los fines de semana en diferentes barriadas.
La música de Diana Ramundey, recorre ese camino de ida y vuelta entre el campo y la ciudad. En su repertorio se destacan zambas y candombes, milongas y canciones, valsecitos y chacareras: una canción popular que habla de cosas simples y profundas. Su presentación en marzo de este año en el Mercado de la Música Uruguaya le dio a su proyecto solista un nuevo impulso. A partir del 22 de noviembre estará de gira por distintas provincias de la Argentina: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
La cantora cosecha finalmente el fruto de un largo recorrido musical en la familia. Un abuelo bandoneonista y un padre cantor. Ella canta desde los 12 años. “Un día me llevaron a una radio y empezó todo un furor. Era la época del fenómeno de Soledad y había una ebullición de una mujer solista que cantaba temas del folklore. Entre el 98 y 99 grabé un disco con canciones uruguayas”, cuenta. Ese primer disco lo grabó en los legendarios estudios Sondor y es como como una identidad musical, una carta de presentación al mundo con clásicos como el candombe “Por si vuelvo” o “Angelitos negros”.
Hasta el 2007, Diana desarrolló una promisoria carrera solista tocando en todos los festivales del interior, acompañada por su padre Daniel Ramundey, músico y compositor, quien la acompañó en toda esa primera etapa. Su hermana más chica, Sofía, también saldría cantora. Pero Diana, la mayor, fue la que primero se abrió camino en los festivales. “Fue un periodo hasta el 2007 que hice una carrera solista. Después empecé a trabajar en televisión durante diez años y medio que dejé. En el medio salí en Murga Joven con Sarabanda”, cuenta.
Esa década en los medios le generó problemas de salud. Regresó a la música como bálsamo para enfrentar el estrés cotidiano. Ingresó a un coro, y en 2017 armó la banda Cuarto Enredo, donde se sumó su hermana Sofía. Grabaron el disco “Mi norte es el sur”, en 2019, y estuvieron juntos hasta 2022. Ese año realizaron con su hermana menor un viaje a Santiago del Estero que cambió todo. “Nos fuimos a la fiesta de la Abuela Carabajal y ta’ nos volvimos locas”. En esos nueve días intensos, escuchando y tocando chacareras, regresaron con la idea de hacer un dúo.
El proyecto de las Hermanas Ramundey despertó toda esa pasta compositiva que Diana había dejado relegada. “Ya estaba escribiendo canciones y tenía mucha cosa guardada, pero con el dúo todo eso se destapó. Así que salieron un montón de canciones, algunas ideas que tenía grabadas en el celular, y armamos un repertorio de raíz folklórica en pocos meses para tocar en el Solís”, dice Diana.
En los últimos meses, Sofía se focalizó en terminar su carrera universitaria y el dúo entró en un impase. Eso le permitió a Diana sacar otro proyecto que hace tiempo tenía en la cabeza: hacer un repertorio con el candombe. El debut fue este año en el Mercado de Música de Montevideo y generó un interés genuino de todos los programadores que llegaron de distintos puntos de América Latina.
“Armé una cuerdita de tambores con unas chicas de La Melaza y una primera guitarra. Se me ocurrió un formato tradicional del candombe milongueado de otra época como Lágrimas Ríos. Armamos el repertorio con unos candombes inéditos y clásicos de Lágrima y Darwin y nos fue bárbaro. Tuve muy buena recepción en los programadores y así salió la invitación a la Argentina del programador de Palacio Libertad”, dice Diana.
El proyecto de candombe la llevó a explorar otro rasgo de su identidad musical montevideana. “Me gusta tocar el candombe en la guitarra. Me pasa con el candombe que es algo súper natural. En mi casa se tocaba el candombe. Era como la canción cuna, como les pasa a los santiagueños que de chico tocan el bombo legüero. A nosotros nos pasaba lo mismo con el candombe”, cuenta la cantora.
Durante esta gira por Argentina, unirá esas puntas de un mismo lazo que recorren su vida musical, la canción de raíz folklórica y el candombe, a través de este nuevo formato solista. “En la gira haré mi repertorio folklórico también porque no puedo ir con la banda a todos lados. En una parte de la gira iré sola a cantar mis candombes, pero también zambas, chacareras y chamamés”, anticipa.
Nació en Montevideo, pero su familia es de Treinta y Tres. Esa herencia aparece en su estilo, en el color de la voz, en el repertorio criollo. “Si bien tengo el candombe, la milonga, y el tango por vivir en la ciudad, de chica iba mucho al campo. Conecto con esa música, el paisaje y la poesía que cambia. Incluso tengo algo de la murga, que con toda su polifonía aparece cuando cantamos con Sofi, esa escuela de terciar, de no cantar igual. Eso lo pusimos en las cosas que hacemos de carácter más folklórico. Por eso, tiene un distintivo”.
-Qué te interesa contar en tus canciones, teniendo en cuenta esa línea más del Olimar y esa influencia más ciudadana?
-Me crié con Los Olimareños y Los Zucará. Ese fue el arroró de mi vida. También se ponían los discos de Edmundo Rivero y Gardel ni hablar. Se escuchaba Zitarrosa y Mercedes. Claro tengo esa influencia del Olimar con Ruben Lena que era la pluma. Todos hablaban de él y eso de niño se te mete. Lo mismo con Zitarrosa, Lepera, y todos esos autores. Cuando escribo lo hago sobre cosas que me pasan.
Esas cosas pueden ser sobre la pena de la poeta Alfonsina Storni, la problemática del agua, los temas de salud mental, el paisaje social y los estados de ánimo. Diana traduce los sentimientos que le despiertan esas temáticas en obras como “Zamba nocturna”, Aguai”, “Salamanca”, o “Túnel”, su último single de 2024.
Recientemente ganó un premio FONAM para producir el EP “Zamba madre”, con temas inéditos, que tiene proyectado en 2026. También quiere grabar este repertorio nuevo de candombe que estrenará en la gira y tiene un proyecto de tangos inéditos. Su producción crece, en paralelo a una escena de la canción popular que se sigue expandiendo.
-En este último tiempo hay una movida fuerte del candombe y del folklore. Hay un montón de chicas solistas y todos los días sale una nueva y lo ves en las redes. Están todo el tiempo saliendo. Estoy re contenta que haya gente tocando y que haya lugares. Hace diez años estaba re salado. No había. Tenías que ir a Argentina y ahora hay mucha movida autogestiva. Lo bueno es que hay pila de proyectos de mujeres y con canciones inéditas. Eso para mí es súper importante
Diana no se siente sola. En su voz crepuscular resuenan otras voces. Ella forma parte de un colectivo de mujeres folkloristas que están cantando al siglo XXI en Uruguay y que están buscando en la raíz su propia identidad, como antes lo hicieron otras mujeres que dejaron una huella: Lágrima Ríos, Amalia de la Vega y Vera Sienra. Todas juntas conectan el pasado, el presente y el futuro de un cancionero inagotable.