Zero – Visitantes (Edición vinilo)

Un álbum que nació moderno, y manteniendo su vigencia, se convirtió en un clásico.

Fuente: Bizarro Records

Visitantes, álbum grabado por Zero, es una pieza única en Sudamérica. Etiquetado de manera simplista en la corriente synth pop o new wave, el disco y la banda iban mucho más allá.

Con una propuesta original, alimentada de ciencia ficción, literatura masiva y vitalismo filosófico, abordó una temática de resistencia juvenil con una madurez inédita.

Un disco que se mantiene vigente, que nació moderno y se volvió clásico, hoy llega a todas las disquerías en formato vinilo.

El 29 de junio de 1987, unas dos mil personas asistieron a la presentación de Visitantes, en el Cine Censa de Montevideo. Era lunes; la entrada era libre, pero había que manjearla por un cupón que venía en el Día Pop, suplemento musical del diario El Día, referencia de la juventud rockera de la época, y la sede del periódico se vio rodeada durante horas por jovencitos en busca de su ticket.

Para llegar a ese show, Zero había caminado un largo trecho. La banda había nacido de la inquietud de dos amigos, poco más que adolescentes, al final de la dictadura cívico militar que gobernó el Uruguay, con mano de hierro, entre 1973 y 1985. Por entonces, el rock (o el pop, o los sonidos que parte de la prensa de izquierda y de la intelligentzia local llamaban extranjerizantes), le disputaba el terreno del gusto de los más jóvenes a la movida del canto popular, que nucleaba a los grandes nombres de la resistencia al régimen junto a innumerables advenedizos. La música tropical era, siempre lo fue, un mundo aparte.
Así, con más ganas que conocimientos, Leonardo García se hizo cargo de los vocales y Daniel Machado de la guitarra. Poco después se integró Edgardo Regueira, en la batería, y comenzaron a ensayar un repertorio que, recuerdan, parecía heavy-pop. Era entonces 1984, y Uruguay mantenía cierta insularidad en la región. Un país pequeño y empobrecido, bajo la sombra de Argentina y a espaldas de Brasil. Las noticias de lo que pasaba en el mundo de la cultura llegaban, con suerte, con retraso. Las FM, que se suponía que debían divulgar la nueva música, apenas estaban apareciendo; Emisora del Palacio daba sus primeros pasos, y recién en 1985 saldría al aire El Dorado FM, por citar las dos (y casi únicas) radios que marcaron el pulso de lo que nacía y crecía en los sótanos.

Con un demo grabado y sin bajista, los primeros Zero conocieron a Eduardo Gómez, que tenía algunos años más, traía la experiencia de vivir en Brasil y Canadá, conocía al dedillo la movida tecno y new wave y, lo más importante: tenía un sintetizador. Ese aparato, que hoy daría risa, era monofónico, por lo que no permitía tocar acordes pero, en cambio, daba unos bajos redondos y efectivos. El resultado fue que el repertorio heavy quedó en un cajón, y fueron saliendo otras canciones.

En ese amasijo de influencias, todo podía salir mal, pero funcionó de manera estupenda. Los nuevos temas recogían influencias de Devo, sin hacer de Zero una banda divertida; de Kraftwerk, pero sin hielo; de The Human League pero con menos ánimo de baile. A ello hay que sumar el espíritu de la época, que pasaba de la frescura new wave a la lisa y llana rabia punk.

De cualquier manera, Zero no se parecía a nada que sonara en el país y sus alrededores. Los sintetizadores los desmarcaban de la mayoría de los grupos locales, pero tampoco tenían parentesco con artistas volcados, en mayor o menor medida, al synth pop de la región: en Argentina, Virus todavía explotaba la “estrategia de la alegría”, y Los Encargados ofrecían aires de sofisticación que tardarían una década en hacerse comprender. En Chile, los inclasificables Electrodomésticos se empeñaban en ser lo más antipopulares que su intuición les permitiera.

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